Boston y Cambridge son dos ciudades gemelas, metidas en mi corazón. Soy un apasionado y orgulloso Caraqueño, con raíces Andinas y Mirandinas, que la vida trajo a estudiar por esos rincones, y así Massachusetts se metió en mis afectos. Ya la vieja canción de los Bee Gees, aquella con el nombre de este estado que interpretaban con sus guitarras, mucho antes de ser el grupo disco que recordamos, me había anticipado cierta química con esta región americana. La verdad es que siempre me ha fascinado la política de Massachusetts con su propuesta estadal progresista y de gran contenido social, en medio del capitalismo americano y sin sacrificarlo; el surgimiento de los Kennedy; la majestuosidad de Boston, preservando toda su historia y urbanismo, con su río Charles, a pesar de ser un centro financiero moderno de peso mundial; y finalmente, la convocatoria al talento del mundo para estudiar en las aulas de sus maravillosas universidades: la educación es un tema realmente prioritario, casi una obsesión pública, para los ciudadanos de esta provincia espectacular de la Nueva Inglaterra, que no en balde se le conoce como "El Espíritu de America", pues allí arranca la independencia de la gran nación, con la secuencia de la dos episodios históricos: "la Masacre de Boston" y el "Boston Tea Party". Este estado siempre le ha hablado con profundidad a los americanos, y al mundo, con sus decisiones colectivas. Siempre enseñándonos algo.
Como todo ex-alumno activo de Harvard vengo a Boston con frecuencia -¡aunque debería decir a Cambridge verdad!- por distintas actividades y proyectos. Ahora con mas razón porque mi hijo mayor reside aquí, estudiando en la universidad. Y me suele ocurrir que algo histórico pasa en cada visita. ¡Es increíble!
En Octubre del 2004 vinimos a una reunión de mi promoción; y mis queridos Red Sox se metieron una final inesperada contra los Yankees, sacándola de abajo con 5 juegos consecutivos, y entraron a esa gloriosa serie mundial que ganamos contra los Cardenales de St. Louis poniendo fin a la "maldición de Babe Ruth". Hace dos años, para traer otro ejemplo, estábamos visitando a mi hijo; y viendo la tele en el Lobby del hotel recibimos con pesar la terrible noticia: Ted Kennedy tenía cáncer. Allí dos casos, con una noticia buena y otra mala, pero ambas históricas.
La enfermedad del León del Senado nos hizo a todos los progresistas pensar: ¿Quién ocupará ese curul, cuando falte Ted? La pregunta fue adquiriendo mayor relevancia cuando la salud de Kennedy se agravó terriblemente luego de electo Obama presidente, y su voto constituía el numero 60 del partido Demócrata, mayoría calificada para poner fin a cualquier "filibuster" en el Senado; técnica con la cual los opositores de la reforma del sistema de salud pública y seguridad social podrían ponerla a dormir en los archivos. Por cierto, esta era una de las pocas luchas que le faltaba ganar a Ted Kennedy, campeón de los derechos civiles y las reformas legislativas destinadas a garantizar igualdad de oportunidades durante sus 47 años como Senador por Massachusetts, siempre electo con votaciones récord que reflejaban el compromiso programático de su pueblo con esa visión política.
Ahora vengo por tres días de trabajo y coinciden con la elección especial para escoger al sucesor del León del Senado. No lo podía creer, nuevamente testigo en el sitio de la historia. Primera lectura, la obvia, este es un estado demócrata, adoraba a Kennedy; sabe lo vital que es tener esa mayoría calificada para lograr una reforma indispensable para la nación, en la que han sido pioneros -Massachusetts es el único estado con una opción público-privada obligatoria de acceso universal al sistema de salud. Pero prendo la tele y me entero que Obama está metido haciendo campaña en Boston por la Fiscal General del Estado Martha Coakley. No un simple acto de solidaridad, un verdadero "rally" a favor de la candidata con todo el peso de su popularidad. ¿Será que vino a capitalizar este triunfo tan obvio? Algo me decía que no. Al rato, en la celebración del día de Martin Luther King, veo que la oradora de orden es Marta Coakley quien utiliza la tribuna para pedirle a la gente que voten por ella: "¡pero que inoportuno acto de desesperación!". Comenzó mi segunda lectura: "Browsing" en la internet, la magia de Google me revela que en las últimas dos semanas, lo que parecía un "fait accompli" se había revertido. Las encuestas eran reveladoras de una tendencia “avalancha a favor de Brown”. Era un hecho, la Curul de Kennedy podía caer en manos de Scott Brown, un “republicano” vestido de "independiente" identificado como anti-reforma de salud, y muy comprometido con el liderazgo de la derecha de su partido. Una reedición de lo que fue en su momento Mitt Romney, quien debemos reconocer tiene el merito de haber sido gobernador del estado con el apoyo de los Republicanos, pero instrumental para afinar y poner en marcha la reforma de salud pública de Massachusetts. Converse con profesores amigos de la escuela Kennedy de gobierno en Harvard, y me confirman que es posible la derrota: "Martha prácticamente se sentó en su despacho a esperar la proclamación, y este hombre salió como una fiera a buscar los votos", me dijo un buen amigo. Amanecerá y veremos, pensé.
Tercera lectura: luego de desayunar voy camino hacia mi primera reunión del día y veo mucha afluencia de electores en un centro de votación cercano al hotel. Luego, almorzando veo CNN, confirmando que hay mucha gente votando en todo el Estado. Inmediatamente me dije: "hay un 'landslide' contra el 'incumbent' "; en este caso, la fiscal que esperaba la bendición de ser la sucesora de Ted Kennedy. La cara del Gobernador Deval Patrick -alma gemela de Obama y primer gobernador afroamericano del Estado- al ejercer su voto, reportado por los noticieros al mediodía, no era la del ganador. Pero me costaba creer en mi propia intuición. A las 9 PM la noticia estaba confirmada, Scott Brown, del partido Republicano, llega al Senado. Una verdadera paradoja histórica, la silla de Kennedy ocupada por un hombre que llega básicamente para vetar una reforma "propia de las luchas del León del Senado" ahora en discusión, obligando a una nueva ley so pena de un “filibuster”.
¿Por qué? La respuesta la encontré en tres conversaciones. La primera en el hotel "Bed & Breakfast" que me hospedaba detrás del Harvard College. Hablando con su conserje, un clásico "Bostonian" me dice: "it takes much more than what you think to sit on Ted's place". Me voy a mi reunión con el Profesor Detlev Vagts, Emeritus de la Escuela de Leyes de Harvard y sencillamente admirable conocedor y estudioso del derecho, y me dice: "it is sad, but you know, that healthcare bill is not really very well drafted. It has too much compromise tainting its words, and might not be what we need to have truly universal healthcare". La tercera opinión me la dan en el aeropuerto hablando con una oficial del TSA, quien luego de revisar mi computadora, me dice: "¿Usted es de Texas?" -al ver mi licencia de manejar. Le digo que vivo en Dallas, y la mujer, orgullosa de ser de Boston me dice, "y que piensa de Massachusetts y la decisión que tomamos". A lo cual le conteste: "Estoy Desconcertado", para luego entre sonrisas decirle: "I live in Texas, but I'm not a Republican". La mujer me dice de inmediato: "¿Sabe?" y haciendo un pausa grave, usual en alguien a punto de afirmar algo lleno sabiduría: "a little gridlock is not bad right now".
Mi conclusión, algunos demócratas de Massachusetts y los independientes sumaron sus votos al partido Republicano para poner un contrapeso en el Congreso. En otras palabras, los buenos ciudadanos de la Nueva Inglaterra, fieles a su tradición de sentar ejemplo, se quitan la gorra partidista y proponen poner en funcionamiento la separación de poderes a plenitud. Le mandan un mensaje al partido: "los liderazgos en tiempos difíciles no se improvisan, hay que ganárselos" y finalmente dicen: "queremos la reforma del sistema de salud, pero háganla bien".
Fascinado con esta experiencia como ex-parlamentario de un país en el cual el partido mayoritario aborrece la separación de los poderes públicos y vive del culto a la franquicia del "caudillo"; además de abogado comprometido con la idea del balance y contrapeso entre los poderes públicos, me siento en el Nantucket Pub de Logan, a una hora de abordar mi avión, y pido un "Clam Chowder" (a "Chowda" I should say) con una Sam Adams, para despedirme de mi querido Boston con dos de sus favoritas expresiones culinarias y etílicas; mientras escribo esta nota.
Cheers!