martes, 12 de enero de 2010

Gobierno que devalúa es un gobierno devaluado: Chavez en el principio del final

La decisión de devaluar la moneda introduciendo un régimen de cambios dual es reveladora de una increíble fatiga fiscal y económica de régimen. Por supuesto, viene acompañada de un arsenal populista que no piensa en nuestro futuro, sino en la búsqueda de inmediatos resultados electorales en las parlamentarias de Septiembre. Ya veremos si el costo de la inflación y el caos creado por esta medida, se puede contrarrestar con la expansión sin medida ni objetivos del gasto que prentende el gobierno con el ingreso proveniente de la devaluación y la transferencia de $7 mil millones de la reserva internacional al FONDEM. A este escenario económico se suma la irritación popular que causa el racionamiento energético.

Pero la debacle de este régimen ineficaz y corrompido de populismo militarista requiere mucho mas que este proceso entrópico. A esta altura y en este contexto es urgente la presentación al país de un liderazgo unido y con un claro mensaje de cara a las elecciones parlamentarias. No tiene sentido que la oposición este postrada mirando su ombligo en lugar de salir a recorrer los sectores populares del país, integrando a las nuevas generaciones de jóvenes que se han hecho parte vital de esta lucha, para movilizar a una mayoría de los venezolanos y venezolanas a un contundente "golpe electoral" al régimen. El escenario electoral de septiembre se acerca y hay que salir a capitalizarlo casa a casa, calle a calle, barrio a barrio por toda Venezuela con propuestas que oxigenen la patria y nos conduzcan a un desarrollo económico con justicia social.

La medida de la devaluación decretada es del 76%, porque al cambio de 4,30 Bs. F por dólar, o a lo que se conoce como el "dólar permuta", opera el 60% de la economía. Por su parte, la existencia del dólar de 2,60 Bs.F busca detener artificialmente la inflación en ciertos rubros, pero compromete mas la producción nacional, abriendo las puertas a importaciones que consolidan una economía de puertos al borde del colapso como resultados de las presiones inflacionarias y la desinversión privada. La agresión permanente al sector privado solo agrava el problema, por mas que se presente como una casería al estilo Robin Hood frente a la especulación.

Escapando la tentación de hacer difíciles pronósticos politicos sobre este decadente gobierno, resulta mas sencillo hacer algunos de tipo económico. La inflación no luce pueda ser inferior al 50% para el 2010. El gobierno ha abandonado, por insostenible, lo que ha sido la herramienta fundamental de su costosa politica anti-inflacionaria: el llamado "anclaje cambiario". Por supuesto no lo dirán. Nunca lo admitirán, y mentirán como lo hacen a diario, pero esa es una mentira de partas muy cortas, pues la descubrirá a diario el consumidor. Este régimen cambiario es una versión "barata y mediocre" del RECADI de tiempos de Lusinchi, o la OTAC del gobierno de Caldera, con dos tipos de cambios controlados que se irán inexorablemente deslizando persiguiendo al tipo de cambio libre (encubierto en las llamadas "permutas"), y estimulado por la desconfianza y falta de perspectivas económicas claras, ante los desequilibrios evidentes del sistema. La corrupción galopante por supuesto son el aderezo inevitable de un sistema como este. La magnitud del endeudamiento y el gasto publico ya es insostenible y solo un milagroso ascenso de los precios del petróleo a niveles superiores a los $100 dólares nos permitiria cruzar el río y establecer equilibrios en medio de esta situación.

La crisis económica anticipa mayor represión política, y diarias provocaciones por parte del gobierno. El antidoto es la organización unitaria en torno a una plataforma electoral que salga con coraje a organizar al pueblo y le ofrezca una alternativa que nos devuelva la seguridad, el empleo ... ¡y la luz! Estamos ante un gobierno devaluado.

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Abogando por el Cambio

Vivimos en tiempos de cambio. Tiempos interesantes donde las nuevas formas y herramientas de comunicación adquieren cada día mayor importancia, definiendo nuestras vidas e influyendo en nuestras opiniones, construyendo nuevos espacios para la participación democrática y el poder ciudadano.

Vivimos en tiempos que presentan difíciles desafíos en materia social y económica. La pobreza e iniquidades, el cambio climático global, el uso racional de los recursos naturales, el respeto a los derechos humanos, el desarme para la paz mundial, y el fortalecimiento de los sistemas democráticos, son temas y problemas prioritarios que hoy tienen afortunadamente expresión concreta en instrumentos del derecho internacional.

La globalización ha traído consigo aportes y retos en todos estos frentes, como el surgimiento de un mundo multipolar, con zonas de influencia económica y mercados relativamente integrados, coexistiendo con economías donde la informalidad y la subsistencia alcanza mas de la mitad de sus pueblos. En estas nuevas realidades todavía sigue pendiente promover la igualdad de oportunidades y la movilidad mas libre del factor humano o del factor laboral en la economía global, tal como se promueve el movimiento libre de capital y bienes. En este mundo global los trabajadores y sus sueños de felicidad siguen atrapados por las fronteras nacionales, dentro de las cuales muchos padecen como víctimas de dualismos socioeconómicos e injusticias que les obliga abrirse paso, como sea, para alcanzar esos sueños. A esos movimiento migratorios hay que verlos en su dimensión humana y encontrarle respuestas que acojan el derecho de todo ser humano a encontrar su felicidad y la seguridad de su familia, lo cual pone de relieve la realidad inter-dependiente en que vivimos, y la urgencia de modelos de cooperación internacional mas eficaces y dotados de suficientes recursos.

Finalmente, en ese envolvente proceso de cambios y globalización aparece la importancia de promover la tolerancia y la diversidad; la pluralidad y el pluralismo, dejando atrás visiones elitistas que suponen la primacía o hegemonia de alguna cultura, religión, grupo social o gobierno, por vias de facto que ignoran el derecho de otros.

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