Se cumplen diez años de la Carta Interamericana Democrática, cuya cláusula democrática es quizás una de las mas importantes herramientas existentes en el marco del derecho interamericano internacional. Coincide ello con las elecciones del 2012 en Venezuela, en este momento difícil para nuestra democracia, y con tiempos complicados para seguridad en las Américas.
El Comité de Relaciones Exteriores de la Cámara de Representantes de los EEUU, aprovechando el difícil y crispado debate sobre la deuda y el déficit fiscal, propuso contribuir a la austeridad en el gasto articulándola con un objetivo de política internacional. Quitar el financiamiento de los EEUU de la OEA. El argumento: la OEA se ha convertido en una aliado del régimen de Hugo Chávez, un enemigo de los EEUU. ¡Que ceguera!
En primer lugar, las actividades y programas de mayor impacto de la OEA, que no son muchas, dependen en mas de un 50% de las contribuciones o aportes especiales los EEUU, ya que el financiamiento ordinario de las cuotas de sus países miembros no le dan ni para el arranque. Por otro lado, falta un liderazgo americano mas propositivo. Se necesita que los EEUU vaya mas allá de la propuesta de libre comercio, ampliando el alcance de su política exterior, a través de la OEA, a los temas de cooperación para la democracia, la seguridad hemisférica, la lucha contra el crimen organizado y el desarrollo socioeconómico. Ese vacío ha permitido dos cosas. Primero, que los petrodólares faciliten una concentración de apoyos a favor del régimen del padecen los venezolanos y sus intenciones regionales (o que otros países clave sean neutrales frente a esto); y segundo, a una maniobra de dilución de la OEA como referente regional, concretamente con proyectos paralelos como UNASUR y otras instancias que ensayan una organización regional sin EEUU y Canadá.
Es cierto que el régimen Venezolano exhibe tendencias totalitarias, y su irresponsable política de acercamiento a países que poco cooperan en la lucha contra el terrorismo, aunado a la fragilidad institucional del estado venezolano, ha concluido en cierta complicidad con el crimen organizado. Pero también es un hecho que la lucha democrática Venezolana depende, en lo interno, de la unidad opositora para construir una mayoría electoral (cosa que viene avanzando exitosamente); y en lo externo, de una comunidad internacional vigilante del cumplimiento del derecho internacional bajo instancias multilaterales que impongan el respeto a la soberanía del pueblo venezolano y los derechos humanos. En ese sentido, la observación electoral técnica e integral de la OEA es una condición necesaria para asegurar el cumplimiento de esto último.
En consecuencia, la OEA y sus instancias institucionales, así como la aplicación de la Carta Interamericana Democrática son la herramienta mas poderosa que tiene la comunidad internacional para ayudar en la causa democrática Venezolana y promover la seguridad democrática hemisférica con iniciativas orientadas al desarrollo socioeconómico y la cultura de la legalidad con el fortalecimiento institucional necesario para derrotar los flagelos del narcotráfico, el crimen organizado, la corrupción. Por tal razón, la única política coherente que puede tener EEUU para apoyar la democracia en Venezuela y promover la seguridad hemisférica es respaldar mas que nunca a la OEA. Para ello requiere canalizar y enfocar (nunca recortar) sus aportes financieros, y ejercer una diplomacia constante y persuasiva en el seno del Consejo Permanente de dicha organización. Lamentablemente, alguien no ha podido explicarlo a los Representantes Republicanos de la Florida Ileana Ros-Lehtinen y Connie Mac, así como a otros miembros del sector mas radical de la derecha que secuestran la mayoría de la cámara de Diputados.
Por su parte la OEA no ha hecho meritos para ganar credibilidad. Su Secretario General ejerce un mandato tímido que no asume competencias que tiene bajo el marco legal interamericano, subordinándose a un Consejo Permanente que opera como un Club de Presidentes. Mientras los países líderes de la democracia continental en América Latina están postrados mirando a Hugo Chávez sin saber que hacer (o aprovechando su insensato manejo de la chequera petrolera que dispone), EEUU se ha dejado atrapar entre el un inexplicable complejo frente a las infundadas acusaciones de golpismo que les hace Chávez, y la ausencia de una política exterior coherente y proactiva en las Américas, por encontrarse enfocados en otros conflictos internacionales. Allí es precisamente donde encuentran asidero el radicalismo y la ceguera de las propuestas radicales que han tomado cuerpo entre diputados del Congreso en EEUU; que se alimentan del escepticismo y cinismo con el cual se refieren a la OEA desde un ciudadano critico hasta intelectuales o especialistas.
El tema es complicado. Necesitamos una OEA fuerte y eficaz, pero la estructura se encuentra al borde del colapso. Así como se habla de “Estados Fallidos”, se podría hablar de “Multilaterales Fallidos”. La OEA encabezaría la lista, sobre todo si no actúa con liderazgo en el 2012 con relación a Venezuela; o si triunfan los que desean dejarla sin presupuesto.
¿Que hacer? Se necesitan cuatro cosas. 1) Que el liderazgo político de Brasil, Chile, México y Colombia en América Latina se manifieste junto a los EEUU y Canadá, comenzando por actuar en favor de la democracia venezolana en el 2012 con una vigilante observación electoral. 2) Que se proponga y ejecute una reforma institucional de la OEA con la cual se le pongan dientes a sus medidas, asegurando que la voz de todos los poderes públicos y la sociedad civil de los países puedan expresarse eficazmente ante la OEA. 3) Que la reforma de la OEA y su sistema resulten en mecanismos fuertes y con autonomía de actuación en marco del derecho interamericano internacional en la OEA. Por ejemplo: una fiscalía de los derechos humanos, un Ombudsman de la Carta Interamericana, un compromiso de todos los miembros frente a la Corte Interamericana (EEUU ha evadido esa responsabilidad), dotándola de mecanismos de ejecución eficaces que se apoyen en el derecho interno de todos los países miembros bajo el principio de universalidad del derecho internacional humanitario. 4) Que esa organización relanzada revitalice un esfuerzo multilateral para la cooperación y el desarrollo social y económico en las Américas.
¿Quién debería dar el primer paso? Obviamente el actual Secretario General José Miguel Insulza debería protagonizar estos planteamientos y movilizar a los países miembros. Si espera que otro lo haga puede pasar a la historia como el hombre que cerró la OEA. En cualquier caso, esperanzados que la barbarie no le gana este round a la civilización, nos toca pensar en alguien que pueda ser un sustituto con la estatura y el talante para hacer los cambios que necesita la OEA.
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