El Nacional, 25 de Abril 2016
Mientras pasaba revista a las terribles proyecciones económicas de Venezuela para este año (inflación en alimentos y medicinas superior al 700%; decrecimiento económico por cuarto año consecutivo, esta vez del -11% del PIB…), topé con una nota publicada por Bloomberg donde entrevistan al príncipe de Arabia Saudita, Mohammed Bin Salman.
El príncipe árabe explica allí que su país se prepara para la era post-petrolera. Una previsión orientada a la pérdida relativa de la importancia del consumo de petróleo como fuente energética y al ingreso en una era en la que este insumo se caracterizará por precios que no superarían los actuales niveles, pudiendo incluso bajar.
La solución en la que trabajan es en el montaje del mayor fondo de inversión soberana conocido hasta ahora, que manejará un patrimonio de dos trillones de dólares. La estrategia incluye la oferta pública de acciones de ARAMCO, la gigante petrolera del Estado, con el objeto de transferir recursos que se invertiránen un portafolios de activos a nivel global, en todas las industrias y actividades propias de las actividades económicas de la actualidad mundial, un conglomerado que incluye, por cierto, energía renovable alternativa al petróleo.
El fondo sumaría inmenso poder, naturalmente. Y crearía un mayor tejido de intereses del gobierno saudita en la economía no petrolera global que, como sabemos, siempre apuesta a un equilibrio de los precios del crudo a los niveles actuales, ya que los precios altos conspiran contra el consumo y la aceleración del crecimiento económico global.
Junto a esta estrategia del fondo trillonario, y como marco mental de su creación, los sauditas están muy conscientes de que el negocio petrolero no es más una apuesta a los precios sino al volumen de producción; y que no solo compiten con la producción de esquisto ("fracking") sino que deben invertir en proyectos que la desarrollan. Y así lo hacen.
El objetivo del gobierno saudita es incrementar la participación del ingreso fiscal no petrolero en sus finanzas públicas de 7% a 40% del total. Para visualizar la magnitud del propósito del fondo de inversiones sauditas: sus activos serían suficientes para comprar la totalidad de las acciones de las cuatro empresas no petroleras con mayor capitalización en la bolsa de valores: Apple, Google (Alphabet), Microsoft y Berkshire Hathaway. El príncipe, incluso, reveló como uno de los objetivos estratégicos la toma del control en al menos dos instituciones financieras globales.
Entre tanto, Venezuela, socio de Arabia Saudita en la OPEP, ambos países con las reservas probadas más grandes del planeta, persiste en una deriva económica marcada por la escasez, la hiperinflación y, lo que es peor, con el liderazgo oficialista creyendo que puede diferir su suerte política un par de años, con la expectativa de que se recuperen los precios del petróleo y esto le permita retomar el modelo populista que arrastró al país a la ruina.
No hay que tener una corona en la cabeza para ver la situación con claridad y hacer los cambios que las circunstancias imponen. Basta un poco de sensatez, información despojada del afrecho ideológico y un mínimo de piedad con un pueblo castigado más allá de lo que nadie hubiera podido imaginar.
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