El Nacional, 15 de mayo
Esta semana los líderes de la alternativa democrática venezolana continuaron su presión de calle en camino al referendo revocatorio presidencial.
El Gobierno, por su parte, ha develado su plan: dilatar esto hoy y siempre, pensando que puede relegarlo al año próximo, para no arriesgar el control de la Presidencia, que quedaría en manos de quien sea el Vicepresidente. Y quedó claro también que intentarán intimidar al opositor en la calle con represión y una estrategia de burlas y fintas que lo frustren y desmoralicen. Sueñan, incluso, con un rebote económico favorable: apuestan, sin base alguna, a la recuperación de los precios del petróleo. Vano espejismo. Pero también necesitan que la Unidad Democrática pierda la paciencia y se salga de la avenida del revocatorio, perdiendo la legitimidad de que hoy goza.
Eso no parece que vaya a ocurrir, porque está bien claro que los demócratas no podemos equivocarnos. La única senda posible es la que nos lleva al revocatorio. Por ese camino, constitucional y pacifico, que ha sido eficiente para reagrupar y consolidar las fuerzas de la Unidad, se debe continuar transitando, contra viento y marea. Es sencillo, esa es la ruta respaldada por la comunidad internacional, tanto como por la gran mayoría de los venezolanos.
El revocatorio es una solución. Sin distraernos en juicios de valor. Sea que ocurra ahora o el año próximo. Porque su resultado desembocará en unas elecciones o una transición negociada. En ese sentido, tiene mucha importancia la señal nuevamente enviada por El Vaticano para actuar como referente o instancia para alcanzar acuerdos, bien para aceitar el revocatorio, o para una transición. No perdamos de vista el hecho de que, por lo general, las transiciones las hacen los que salen y no los que entrarán al poder.
Llegados a este punto, me suenan los oídos con el murmullo de quienes me tachan de ingenuo y me recuerdan que esto es una dictadura de… cualquier calificativo que les pase por la cabeza. Les recuerdo que la estrategia binaria no funciona. No es en ese terreno de la confrontación adonde debemos llevar nuestra lucha, ni al empoderamiento de lo sectores más radicales del oficialismo.
El uso de una estrategia como la que proponemos puede, incluso, quebrar la cohesión del chavismo con la expectativa de la convivencia democrática, aislando a quienes se atrincheran por miedo en el poder.
La estrategia político-electoral no puede ser binaria, ni en los medios de lucha (la ruta electoral) ni en el discurso político. Se debe combinar la presión institucional con la calle, siempre en forma pacifica y organizada. Pero también en ese plano es preciso acumular fuerzas, sumando la lucha y la movilización por las elecciones regionales en el contexto de la presión del revocatorio. Es fundamental convertir a los líderes regionales de la alternativa democrática, que serian gobernadores, en jefes de campaña del referendo revocatorio. Las elecciones regionales no son contingentes (no dependen del capricho del funcionario ni de la crispación de las circunstancias), están en el calendario constitucional y, lo que es crucial, el pronóstico de triunfo para la alternativa democrática que representa la Unidad es increíblemente prometedor.
Este recorrido político encuentra su cimiento en una narrativa nacional, incluyente, donde el cambio social y económico que se aspira impulsar, se articule con la descentralización del poder y los recursos fiscales en áreas vitales para el ciudadano como son los programas sociales, la educación, la salud, la seguridad ciudadana y la infraestructura.
Sin bajar la guardia en la lucha por el revocatorio, es preciso avivar la brega por la renovación por el poder regional. Nos acompaña la esperanza en el porvenir, el anhelo de dar por terminada esta etapa de fracaso, divisiones y estancamiento. Los demócratas no luchamos contra algo ni contra alguien, mucho menos contra hermanos conciudadanos. Nosotros luchamos por el país, la patria de todos, que están en las calles y que encontraremos al final del revocatorio.
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