miércoles, 15 de junio de 2016

Diálogo con revocatorio y regionales

El Nacional, 12 de junio 2016
Esta semana han ocurrido dos hechos gravísimos en la caracterización de un régimen político a la luz del derecho internacional.
Por un lado, unos diputados son agredidos de forma brutal por grupos violentos, no solo frente a la mirada indolente de la Guardia Nacional, sino empujados a ello por la autoridad. Esto es un hecho de inmensa gravedad. Pero más lo es cuando sabemos que la agresión tuvo lugar cuando esos diputados opositores hacían una visita al organismo electoral (CNE) para exigir respuesta sobre el trámite de verificación de las firmas consignadas para iniciar un referéndum constitucional revocatorio del Presidente de la Republica, con el propósito de que todo ocurra dentro de los plazos legales.
Y, por otra parte, en el contexto de una cruel escasez, se ha puesto la distribución de alimentos y productos básicos en manos de comités dirigidos por activistas políticos leales al gobierno. ¿Con cuál finalidad? ¿Que la ciudadanía se arrepienta de haber firmado para activar el revocatorio o se abstenga de votar luego, so pena de no recibir su ración de alimentos?
En efecto, en Venezuela comienza a dibujarse un trazo más nítido, una conexión más concreta, que evidencia la discriminación por razones políticas como una política de Estado. Ya no se trata solo de casos de violaciones a los derechos humanos, represión de manifestaciones y presos políticos que el Gobierno pretende caracterizar ante la comunidad internacional como parte de un plan de desestabilización conspirativa. Se ha ido más allá. Se ha hecho sistémico el concepto represivo, al punto de que los alimentos estarían a disposición solo de quienes sean leales al Gobierno y negados a quienes suscriban cualquier manifestación de apoyo al revocatorio.
Así están las cosas.
Cuesta creer que estos hechos puedan pasar inadvertidos para los ex presidentes Rodríguez Zapatero, Torrijos y Fernández. El establecimiento de canales de diálogo para lograr la convivencia democrática es necesario. Más aún, es indispensable para encontrar caminos de solución a la delicada crisis de Venezuela. Pero los ex presidentes, y quienes quieran abonar el camino del diálogo, deben asumir, como especial condición previa, la garantía institucional de que este trazo de represión sistémica por razones políticas cese. Quien venga a mediar por el entendimiento debe exigir que los trámites del revocatorio se hagan con estricto apego a los plazos y en observación de los derechos que en el curso del mismo asisten a cada grupo político que es parte interesada en el asunto.
Entretanto, creo que va llegando la hora de dejar muy claro algo. Los periodos constitucionales de los gobernadores de estado están por vencer en diciembre de este año, de acuerdo a la Constitución. Y la ley es meridianamente clara. El CNE debe fijar la fecha exacta de realización (y publicar el cronograma electoral correspondiente) seis meses antes del vencimiento de dicho periodo constitucional. Es decir, a estas alturas del mes de junio ya va siendo hora de hacerlo. Esto no es una opinión. Está en la ley. De este dato deben tomar nota también los ex presidentes que intentan ayudar a Venezuela en la solución de la crisis.
Sobre lo económico hemos hablado hasta el cansancio. No es simplemente una caída dramática en los precios del petróleo lo que afecta al país, es un colapso del aparato productivo público y lo que queda del privado, resultado de casi dos décadas de un régimen que jamás fue capaz de invertir el caudal petrolero y minero del país para apalancar el aparato productivo nacional desarrollando estrategias que rompiesen la dependencia de la renta petrolera.
Con toda honestidad, este es el legado social y económico de Chávez, más que el fracaso de Maduro; y esto sin obsequiarle una excusa a Maduro (quien además no podría articularla por falta de liderazgo propio en el oficialismo). Pero lo que sí tiene sentido, para quienes dentro del chavismo deseen abrirse paso en un próximo capítulo de construcción nacional, es hacer el viraje, comenzando por encauzar este episodio con el apoyo del diálogo hacia una transición.
Para la oposición, el diálogo es una herramienta en nada excluyente con el revocatorio presidencial. Las fuerzas democráticas deben insistir en la exigencia de garantías para la realización de dicho referendo y de las elecciones regionales, pero usando esta coyuntura para articular con claridad una narrativa que contenga su visión de país y el camino para salir de la crisis.
Cada semana parece aumentar la crudeza de la cotidianidad en Venezuela. Por eso mismo, la respuesta a la barbarie debe ser más comedida, más apegada a la institucionalidad y a la ley. Ese es el camino que nos lleva al futuro y nos aleja de este horror que, aunque no parezca. Sí tiene fin. Y no lejano.

Una buena ración de sensatez frente al delirio

El Nacional, 7 de junio 2016
En estas últimas dos semanas ocurrieron tres eventos de gran importancia en Estados Unidos, por sus implicaciones en la batalla por la Presidencia y el control del Senado.
Dos de esos relevantes episodios se relacionan con la agenda de campaña del inefable Trump. Primero, el del característico peinado viajó al estado de Nuevo México, cuya gobernadora, la republicana Susana Martínez, es uno de los íconos de ese partido, promovida hasta hace poco como una posible candidata a la Vicepresidencia, en un esfuerzo por conectar con el importante y decisivo voto latino de Estados Unidos. Al salir de su flamante jet privado, Trump se montó en un podio y emprendió un virulento ataque personal contra la gobernadora, culpándola de problemas anteriores a su gestión, que ella viene tratando de resolver. En un solo disparo, el excéntrico de Trump mostró sus prejuicios contra el empoderamiento de las mujeres y los latinos. Y en su partido nadie entiende cómo pudo enajenarse la posibilidad de un acercamiento con quien podía ser, precisamente, un conector con el voto hispano, que en este momento se encuentra en el más alto nivel histórico de rechazo al Partido Republicano y su candidato presidencial (con solo 12% de respaldo entre los latinos).
El segundo evento, protagonizado también por el aludido, tiene que ver con la visibilidad y relieve que viene adquiriendo el juicio por fraude que avanza en un tribunal en California por el caso de Trump University, en cuyo curso han aparecido evidencias de afectados y hasta de empleados de aquel proyecto, que indican que supuestamente se defraudó a sus estudiantes. Pero el controversial Trump, aquejado por este tren que amenaza con llevarse por delante su credibilidad –ya de suyo quebrantada por su negativa de hacer públicas sus declaraciones de impuesto–, optó por salir al ataque contra el juez de la causa. Su increíble e inaceptable argumento: ¡El magistrado Gonzalo Curiel es mexicano y, por ende, “no puede ser juez en este caso”, porque, según Trump, de llegar a la Presidencia ejecutará una deportación masiva de mexicanos...
El magistrado Curiel es hijo de mexicanos que, desde un origen muy humilde y con trabajo dedicado, lograron que sus dos hijos, ciudadanos nacidos en el estado de Indiana, se graduaran de abogados; uno de ellos prestó servicio en la Fuerza Armada y es veterano de la guerra de Vietnam.
El juicio por el fraude de Trump University comenzó mucho antes de que Donald Trump fuese candidato presidencial. Las evidencias comienzan a adquirir visibilidad en la opinión pública y, de pronto, el demandado (ahora candidato emblemático de los prejuicios contra los latinos) arremete con ese absurdo ataque personal contra el juez de la causa que avanza en su contra por fraude. Pero este lance no solo profundiza la herida abierta por el discurso de Trump en la comunidad hispana, sino que trae a colación un nuevo asunto: el irrespeto a la institución judicial por parte de alguien que aspira a la Presidencia. Ya durante un debate del Partido Republicano (y en varias entrevistas) Trump ha admitido estar de acuerdo con la tortura de prisioneros de guerra y descalificó al honorable senador McCain en su condición de héroe militar insinuando que no lo era, porque fue capturado por el enemigo. Y no se inhibió de decir que la Fuerza Armada tendrá que seguir sus órdenes si es presidente, aun siendo estas ilegales. El capítulo que se reabre con la conducta de Trump en el caso del vilipendio al juez Curiel es su carácter autoritario como condición inhabilitante para asumir la primera magistratura de Estados Unidos, la posición de mayor poder e influencia global del planeta. Sin duda, se acumulan evidencias de que no tiene la condición y atributos personales para ejercerla.
Y precisamente, cabalgando sobre ese momento, se produjo el hecho de significación electoral que merece comentario. Días después de que los líderes del G7 le expresaran al presidente Obama la preocupación internacional por los conceptos y planteamientos de Donald Trump, Hillary Clinton pronunció, en San Diego, California, un discurso equilibrado e impresionantemente bien documentado sobre política exterior, que contrastó notablemente con los de su contendor.
Mientras su competidor da muestras de muy escasa confiabilidad, por decir lo menos, Hillary Clinton se mostró como una persona preparada en los asuntos globales y dotada de los atributos personales para ejercer la Presidencia de Estados Unidos. Ha demostrado una especial capacidad de trabajar con amplitud, tolerancia y comprensión frente a las diferencias culturales, políticas o religiosas, dando garantías de que estas no son obstáculo para construir espacios de entendimiento, colaboración y multilateralismo en el manejo de los desafíos de seguridad, lucha contra el terrorismo, medio ambiente, comercio, frente contra la corrupción y defensa de los derechos humanos. Demostró Hillary que maneja los conceptos, tiene la experiencia y talante que cabe esperar de quien aspira a presidir tan importante nación. Y, muy concretamente, comandar con sindéresis y buen criterio la fuerza armada más poderosa del planeta.
El presidente Obama confió, a los líderes mundiales preocupados por el discurso de Trump, que él no creía que los americanos lo elegirían. Interpelado por qué, repitió lo que otras veces ha dicho a la prensa: “Porque creo profundamente en la decencia del pueblo americano”.
Los líderes del G7 seguramente escucharon con detenimiento a Hillary Clinton en San Diego esta semana. Y deben tener cifradas sus esperanzas en que la decencia de la que habla Obama se expresará en la mayoría electoral que convertirá a esa mujer en la primera en conducir las riendas de Estados Unidos.

¿Cómo se explica el fenómeno electoral de Trump?

El Nacional, 30 de mayo 2016
Hace unas dos semanas observábamos que la narrativa de Trump ha logrado movilizar un contingente electoral por frustración, rabia u odio, sobre la base del uso magistral de la falacia y la manipulación.
La primera de esas grandes mentiras apunta al asunto migratorio y a los latinos, pues está demostrado, mediante estudios del prestigioso PEW Center, que son más los indocumentados que han regresado a su país de origen, como México, que quienes han ingresado ilegalmente a Estados Unidos desde 2008. De igual manera, las estadísticas del Departamento de Justicia demuestran que los latinos cometen menos delitos violentos contra la propiedad y las personas que otros grupos étnicos. En dos platos: los 11.5 millones de indocumentados latinos en Estado Unidos son básicamente gente decente, de bien y de trabajo, con décadas en el país. En suma, son ciudadanos sin documentos. 
Se trata de un asunto de derechos humanos, pues son familias establecidas en ese país, con algún miembro del núcleo familiar ya ciudadano por nacimiento. Y casi 6 millones de ellos son jóvenes que ingresaron siendo menores de edad sin documentación, con sus padres, y están hoy a las puertas de la universidad o el mercado de trabajo, sin otra identidad cultural que la americana.
Pero así como el discurso divisivo y xenofóbico de Trump ha calado en un sector del electorado, hay otras falacias igualmente movilizadoras. Basta dar una mirada al slogan de campaña de Trump: “Hagamos que América sea grandiosa otra vez”. El lema parte de la idea de que Estados Unidos está en una especie de caída libre, de terrible crisis social y económica, y de que el pasado era mejor. 
Pero la pregunta que cuadra es la siguiente: ¿Cuándo era mejor la realidad americana? ¿Estaban mejor los estadounidenses antes de que Obama llegara al poder? ¿De verdad Trump piensa que el país estaba mejor?, o ¿era más grandioso hace 8,20, 30 o 40 años?
La realidad es que de todos los países industrializados occidentales, desde la grave recesión global del 2008, ninguno ha logrado salir de esa crisis con tanto éxito como Estados Unidos. Su economía crece, fundamentalmente con nuevos empleos del sector privado, que ha alcanzado un nivel de desempleo tan bajo que algunos expertos consideran "pleno empleo", porque es inferior a 5%. 
El déficit fiscal en 2008-2009, al llegar Obama a la Presidencia, era de 8% del PIB. Ahora es de 2,8%. Estados Unidos, en estos momentos, es independiente en materia petrolera, ha relanzado su industria automotriz, lidera el desarrollo de alternativas renovables, y sigue en posición puntera en innovación y emprendimiento global. Es una potencia militar respetada y de fuerza incomparable. Tiene un increíblemente eficaz sistema de crédito y mercado de capitales cuyas regulaciones se vienen revisando para evitar escenarios como el de 2008. 
En lo social se logró una ley sanitaria o de acceso a la salud (llamada Obamacare) a cuyo amparo más de 17 millones de personas tienen acceso a la salud, aumentando la cobertura a cotos que ya se acercan a 90% de la población, un alcance sin precedentes en la historia de un país que mantiene una gran resistencia a establecer un sistema de salud pública universal, como el que existe en la mayor parte de los países desarrollados. También se ha producido un innegable avance en cuestiones de libertad individual, como la igualdad matrimonial y los derechos de la comunidad LGBT. La inclusión de la diversidad y empoderamiento de las minorías en distintos aspectos de la sociedad es un movimiento conscientemente asumido por la mayoría de los ciudadanos. 
Por si fuera poco, en materia de seguridad nacional, bajo la administración de Obama, la lucha contra el terrorismo ha dejado sin líderes tanto a Al Qaeda como al movimiento Talibán. Podríamos seguir, pero lo cierto es que el país está mejor que hace ocho años. 
Queda, sin embargo, mucho por hacer. Eso nadie lo niega. Por ejemplo, Estados Unidos tiene el salario mínimo más bajo de cualquier país industrializado. La brecha salarial de género es mayor que en países de desarrollo comparable: las mujeres ganan entre 60% y 70% del salario de un hombre por igual trabajo. Probablemente es uno de los pocos países del mundo donde no hay permiso pre y post maternidad, por ley; ni tiempo de vacaciones mínimo con derecho a compensación. 
En materia educativa, tiene, si no el mejor, uno de los mejores sistemas de universidades del planeta, pero con problemas de calidad en su educación pública básica, media y de bachillerato, visibles cuando se compara en aptitud académica con egresados de Europa, China o Japón. Son deudas sociales que pertenecen, precisamente, al pasado que Trump apela como mejor, sin serlo.
Entonces, ¿por qué resuena la falaz narrativa de Trump? Es un asunto complejo, pero muy propio de Estados Unidos. Primero, la crisis de 2008 (herencia del gobierno de Bush) fue una sacudida muy fuerte para millones de personas que perdieron sus hogares o buena parte de sus ahorros para el retiro. Aun cuando tanto el mercado inmobiliario y de valores se han recuperado notablemente (solo el crecimiento del índice Dow Jones bajo la administración de Obama ha sido de 100%), la gente no ha recuperado su seguridad financiera y, posiblemente, no ha podido reponer las pérdidas sufridas. En segundo lugar, el empleo ha crecido pero no en el tipo de trabajos o sectores que mucha gente aspira. Esto, sin duda, es resultado de un proceso de cambios muy profundos que van configurando una "nueva economía", a cuyo ritmo de cambios no resulta fácil acoplarse, sobre todo para las capas de más edad, frente al avance de una nueva generación formada para estos tiempos. 
En pocas palabras: hay muchas personas todavía atrapadas en la vieja economía. Asistimos a un proceso de reconversión industrial y económica del cual no todos pueden participar con igual solvencia. En tercer lugar, cuando se mezclan esa inseguridad financiera con la frustración que deriva del hecho de constatar que el tipo de trabajo que se tenía ya no existe en el mercado y que ese rango de industrias florecen en otros países que colocan sus productos en Estados Unidos (por una cuestión de ventajas comparativas), esto genera un malestar que no es difícil atizar con un discurso que apela sentimientos como el racismo y la xenofobia, entre otros. 
Según esa prédica tramposa, culpables son China y México y, más aún, la clase política que negoció acuerdos de libre comercio, como el Nafta. Culpables son los latinos que te quitaron tu puesto de trabajo. Y desde allí, ha sido fácil movilizar a otro sector excluyente, secuestrado por dogmas religiosos o sociales, y decir: antes estábamos mejor. Pero, ¿cuándo, cómo? Cuando esta diversidad y cambios que nos amenazan no estaban en el panorama, responde la narrativa del inefable Trump.
No es, entonces, una mejor sociedad ni más grandiosa, la que evoca en las mentes de algunos, el slogan y discurso de Trump.Para muchos es el resultado de una confusa realidad que resienten. Pero otros pertenecen a una sociedad que se piensa mejor bajo doctrinas como la supremacía blanca o el destino manifiesto de Estados Unidos... Es un electorado que no asume la fortaleza de la diversidad social o los retos de la nueva economía, sino que, por el contrario, le teme, porque lo convoca a una nueva y desconocida realidad. 
En el fondo, Trump no está manejando un discurso conservador compasivo o abierto al cambio. Por el contrario, se trata de un planteamiento radicalmente reaccionario, en el que él se asume representante de blancos anglosajones con éxito económicoquienes en su estrecha visión histórica les pertenece el país y, por tanto, están en la obligación de reivindicar el control de la política para despachar todo aquello que represente una amenaza para su visión de las cosasVan contra todo lo que suponga un cambio en el colorido de la fibra de la sociedad, una cultura nueva, expresión de una diversidad que desconocen como propia.
Hillary Cinton, a la cabeza de su partido, los sectores independientes, los grupos representativos de la diversidad social que hoy define y fortalece al tejido social de la sociedad americana, o la asumen sin prejuicios como algo positivo, tendrán que movilizarse a votar de manera masiva, en cifras récord de participación. Porque la cháchara de Trump está movilizando a electores que venían por décadas practicando el abstencionismo político electoral. 
Así como Obama llegó a la Presidencia sobre la inmensa movilización de nuevos contingentes electorales, como los afro-americanos, las mujeres, los jóvenes y los latinos, Trump ha logrado activar sectores que venían aletargados por su frustración ante cambios que no aceptan.
Retomar la energía estimulante de la coalición que Hillary lidera, en los estados donde se expresa de forma más elocuente la diversidad que hoy caracteriza al país, será clave para el futuro de Estados Unidos. Y, con toda seguridad, del mundo.
Esa batalla ya comienza, mientras el mundo entero observa con asombro y angustia que un tipo como Trump se encuentre donde está parado en este momento.
Como vemos, no solo en Venezuela la demagogia hace estragos. Ni solo entre nosotros el resentimiento mueve a las masas para conducirlas a un destino de destrucción.

martes, 24 de mayo de 2016

Almagro, Zapatero y la crisis

El Nacional, 22 de mayo 2016
Días difíciles se avecinan para Venezuela. Las soluciones políticas a la crisis no pueden seguir el ritmo del rápido deterioro social y económico. Ya no hace falta exponer cifras y argumentos, la magnitud de la crisis se suda a diario en las calles del país, al punto de que manifestar es una actividad complicada ante el agobio que suponen las múltiples diligencias y recorridos que es preciso hacer para conseguir lo básico (y cuando se consigue, su costo más que duplica el precio pagado un par de semanas atrás). El drama humanitario en materia de salud es tan descarnado que todavía a muchos en el exterior les cuesta entender cómo pudo, una de las naciones con mayor riqueza natural de Latinoamérica, potencia energética no solo por ser país petrolero, sino por sus recursos hídricos y gasíferos, llegar a tan precaria situación, que incluye el espantoso déficit de suministro de energía eléctrica, por efecto de una corrupción atroz.
Nadie da crédito a lo que escucha, pero las imágenes hablan más que mil palabras.
En ese contexto, esta semana escaló la confrontación entre Nicolás Maduro y Luis Almagro, secretario general de la OEA. Sin saber si la voz de Almagro tiene resonancia en el Consejo Permanente de la OEA, y sin poder identificar que algún país miembro de la organización haga solicitud formal ante dicho Consejo, mucha gente escucha… y algunas voces especialmente sonoras en la opinión pública hablan de la activación de la Carta Democrática. La inmensa expectativa que esto ha despertado nos conduce a pensar que este asunto exige una reflexión que nos permita entender cómo se come este plato de la aplicación de la Carta Democrática, asumiendo que fuese posible su concreción.
Si se aplicase la Carta Democrática de la OEA al caso de Venezuela, todo desembocaría en una instancia de diálogo entre gobierno y oposición; específicamente, entre el Ejecutivo Nacional, el Congreso y el TSJ, para encauzar el conflicto en el marco constitucional, previo reconocimiento de ambas partes del conflicto político. Este diálogo podría pasar por acuerdos espinosos, que irían desde la liberación de presos políticos hasta un posible proceso de amnistía y reconciliación en el que se encuentren reflejadas las demandas de ambos sectores, pues hasta ahora el proyecto de amnistía es expresión de las justas demandas del campo opositor.
Finalmente, estaría en la agenda, como ocurrió con la mesa de negociación y acuerdos coordinada por el ex-presidente Gaviria junto al Centro Carter, el asunto crucial del referendo revocatorio, para viabilizar su convocatoria. Y quién sabe si, para cimentar las bases de una transición, lograr garantías electorales en torno a las elecciones regionales.
Si no se diera una instancia de encuentro como la descrita, si el gobierno mantuviese su hostilidad al diálogo ante la invocación de la Carta Democrática, la primera consecuencia sería la exclusión de Venezuela del sistema interamericano. En palabras sencillas, nos expulsarían de la OEA; en cuyo caso, el gobierno podría quedar librado de un compromiso que le estorba tanto como la Constitución.
Sí, amigo lector, la aplicación de la Carta Democrática es, en el mejor de los casos, la base para iniciar un proceso de diálogo y negociación política. No es una fórmula mágica para lograr la salida de Maduro de la Presidencia; y mucho menos, una forma de intervención extranjera de equivalente efectos. Aplicar ese instrumento es entrar en un proceso de negociación, tal como el que en este momento se proponen los ex presidentes Rodríguez Zapatero (España), Leonel Fernández (República Dominicana) y Martín Torrijos (Panamá), con el apoyo de UNASUR y posiblemente del Vaticano. Si se logra ensamblar con fortuna este entramado que apenas comienza, también podría incluir otros facilitadores para cuestiones específicas, pero sobre todo destrancar el camino al revocatorio.
Entonces, ¿por qué no agarrar el rábano por las hojas y comenzar de una vez con esto, en lugar de crear expectativas en torno al periplo de la OEA y la Carta Democrática? Parece lo lógico, lo más sensato, lo que nos podría poner a las puertas del cambio que pide a gritos el país... Sí, pero no es fácil. Es cuesta arriba lograr una simetría entre los morosos tiempos de la política, y lo acelerado y urgente de la crisis económica. Para ello, en el marco de aquel proceso, el país tiene poco tiempo para que un clima de cooperación entre el sector privado y el gobierno, esto último es más urgente. Y, si no se atiende ya, las consecuencias podrían ser irreversibles.
Se avizoran tiempos complejos. Confiemos en que se impondrá la buena fe, la fortaleza de ánimo y las decisiones fraguadas con la vista puesta en el bien de Venezuela. Toda nuestra esperanza está concentrada en las bondades del diálogo y el buen avenimiento entre todos los sectores del gran paisaje nacional.

Revocatorio y elecciones regionales

El Nacional, 15 de mayo
Esta semana los líderes de la alternativa democrática venezolana continuaron su presión de calle en camino al referendo revocatorio presidencial.
El Gobierno, por su parte, ha develado su plan: dilatar esto hoy y siempre, pensando que puede relegarlo al año próximo, para no arriesgar el control de la Presidencia, que quedaría en manos de quien sea el Vicepresidente. Y quedó claro también que intentarán intimidar al opositor en la calle con represión y una estrategia de burlas y fintas que lo frustren y desmoralicen. Sueñan, incluso, con un rebote económico favorable: apuestan, sin base alguna, a la recuperación de los precios del petróleo. Vano espejismo. Pero también necesitan que la Unidad Democrática pierda la paciencia y se salga de la avenida del revocatorio, perdiendo la legitimidad de que hoy goza.
Eso no parece que vaya a ocurrir, porque está bien claro que los demócratas no podemos equivocarnos. La única senda posible es la que nos lleva al revocatorio. Por ese camino, constitucional y pacifico, que ha sido eficiente para reagrupar y consolidar las fuerzas de la Unidad, se debe continuar transitando, contra viento y marea. Es sencillo, esa es la ruta respaldada por la comunidad internacional, tanto como por la gran mayoría de los venezolanos.
El revocatorio es una solución. Sin distraernos en juicios de valor. Sea que ocurra ahora o el año próximo. Porque su resultado desembocará en unas elecciones o una transición negociada. En ese sentido, tiene mucha importancia la señal nuevamente enviada por El Vaticano para actuar como referente o instancia para alcanzar acuerdos, bien para aceitar el revocatorio, o para una transición. No perdamos de vista el hecho de que, por lo general, las transiciones las hacen los que salen y no los que entrarán al poder.
Llegados a este punto, me suenan los oídos con el murmullo de quienes me tachan de ingenuo y me recuerdan que esto es una dictadura de… cualquier calificativo que les pase por la cabeza. Les recuerdo que la estrategia binaria no funciona. No es en ese terreno de la confrontación adonde debemos llevar nuestra lucha, ni al empoderamiento de lo sectores más radicales del oficialismo.  
El uso de una estrategia como la que proponemos puede, incluso, quebrar la cohesión del chavismo con la expectativa de la convivencia democrática, aislando a quienes se atrincheran por miedo en el poder.
La estrategia político-electoral no puede ser binaria, ni en los medios de lucha (la ruta electoral) ni en el discurso político. Se debe combinar la presión institucional con la calle, siempre en forma pacifica y organizada. Pero también en ese plano es preciso acumular fuerzas, sumando la lucha y la movilización por las elecciones regionales en el contexto de la presión del revocatorio. Es fundamental convertir a los líderes regionales de la alternativa democrática, que serian gobernadores, en jefes de campaña del referendo revocatorio. Las elecciones regionales no son contingentes (no dependen del capricho del funcionario ni de la crispación de las circunstancias), están en el calendario constitucional y, lo que es crucial, el pronóstico de triunfo para la alternativa democrática que representa la Unidad es increíblemente prometedor.
Este recorrido político encuentra su cimiento en una narrativa nacional, incluyente, donde el cambio social y económico que se aspira impulsar, se articule con la descentralización del poder y los recursos fiscales en áreas vitales para el ciudadano como son los programas sociales, la educación, la salud, la seguridad ciudadana y la infraestructura.
Sin bajar la guardia en la lucha por el revocatorio, es preciso avivar la brega por la renovación por el poder regional. Nos acompaña la esperanza en el porvenir, el anhelo de dar por terminada esta etapa de fracaso, divisiones y estancamiento. Los demócratas no luchamos contra algo ni contra alguien, mucho menos contra hermanos conciudadanos. Nosotros luchamos por el país, la patria de todos, que están en las calles y que encontraremos al final del revocatorio.

Las falacias de Trump

El Nacional, 8 de mayo 2016
La narrativa de Trump en la campaña electoral ha resonado y sorprendido porque resulta inexplicable qué lo ha llevado a serabanderado del partido republicano, ¡el mismo que fundó Abraham Lincoln!, hoy en el trágicopredicamento que lo expone junto a una candidatura excluyente, hostil, xenofóbica, divisionista y falaz.
Y es que el discurso de Trump constituye una herramienta de movilización que apela a bajos sentimientos y falacias, proferidas paramovilizar a un extremo de la sociedad; y resuena en otros, porque se apoya en falsos supuestos cultivados por el propio partido republicano en los últimos años de obstruccionismo al presidente Obama. A veces escuchamos a Trump frases idénticas a las que repitieron como loros distintos voceros del extremismo republicano (incluyendo al mismo Cruz), solo que Trump lo hace de forma más estridente, amarillista, irresponsable... Atributos que por extravagantes dan rating en TV.
Pensemos en una de esas falacias de Trump: el asunto migratorio en los Estados Unidos.
Esta semana, en los "Latino Talks" del Latino Victory Project, organización para el empoderamiento de los hispano-estadounidenses, cuya junta directiva nos ha tocado presidir estos dos últimos años, afloró esta cuestión (entre otros tópicos vitales de los paneles magistralmente moderados por el líder demócrata Henry Muñoz y la actriz y activista Eva Longoria). En este evento resonaron voces como las de Fher y Alex de Maná; el chef y emprendedor de origen español, José Andrés; Diane Guerrero, activista, escritora y protagonista de la famosa serie "Orange is the new Black", quien representa la excelencia hispana en su campo, luego de pasar por la terrible adversidad que supuso verse separada de sus padres, cuando tenía 14 años,como resultado de una injusta deportación; el venezolano Horacio Gutiérrez, quien ha llegado a las más altas posiciones que puede aspirarse en el mundo corporativo multinacional de los EEUU (primero como consultor jurídico Global de Microsoft, y ahora de Spotify); la reconocida activista de derechos sociales y cambio climático, Sky Gallegos; y la vocera de la Ciudad de Nueva York, la líder boricua Melissa Mark-Viverito.
Al escucharlos y sintetizar sus perspectivas se comprueban hechos de relevancia que echan por tierra la falacia con la que Trump manipula audiencias, sembrando odio y división. Para eso están los datos del Pew Research Center (institución no gubernamental de mayor prestigio por su rigor estadístico e imparcialidad política), según el cual, primero, el flujo de inmigrantes mexicanos y centroamericanos sin documentación hacia los EEUU es inferior al de mexicanos en esa misma situación que han regresado a México. Desde la crisis económica del 2008, y dados los avances económicos y sociales en México, se puede afirmar categóricamente que la inmigración de indocumentados desde el país azteca viene en tendencia decreciente.
Segundo: Durante los últimos 8 años, el gobierno de EEUU ha llevado a cabo un récord de deportaciones, enfocándose exclusivamente en aquellas personas a las que no aplica ninguno de los beneficios migratorios o humanitarios que ha decretado el Presidente Obama.
Tercero: Las órdenes ejecutivas humanitarias del Presidente, (DACA y DAPA), se enfocan en dos supuestos, a saber, primero los llamados "dreamers" (jóvenes soñadores); y en segundo lugar, en las familias donde alguno de cuyos miembros consanguíneos inmediatos(hijos, hermanos) son americanos por nacimiento. En alguno de estos dos grupos se encuentran los casi 12 millones de "americanos sin documentos" que hacen vida honesta, de trabajo y estudio, en los Estados Unidos.
Cuarto: Las estadísticas del Departamento de Justicia revelan que, entre los distintos grupos étnicos, los hispanos son los que tienen menor propensión a los delitos violentos o contra las personas (y es también el grupo con más baja propensión a cometer violaciones), siendo el caso que la mayor parte de las detenciones tienen que ver con su situación migratoria, es decir, infracción de tránsito o falta que concluye en detención o encarcelamiento al quedar expuesto el problema migratorio que aqueja al implicado).
Quinto: Los más desgarradores datos sobre nueva inmigración indocumentada revelan que el problema se concentra en un grupo: los menores migrantes que vienen de Centroamérica. Niños y jóvenes cuyos padres los estimulan al encuentro con algún familiar residente en Estados Unidos para evitar que sean víctimas de la violencia de los carteles, o lo que es igualmente grave, terminen reclutados y al servicio del crimen organizado o las bandas violentas que azotan a esos países. Es una realidad aterradora, no se trata de movimientos migratorios por razones económicas. Es peor: constituyen un drama verdaderamente humanitario en el cual EEUU tiene una responsabilidad ineludible, sencillamente porque esos carteles de la droga y esa violencia que expulsa a la gente fuera de su país tiene su origen en el consumo de droga en Estados Unidos, incluida la marihuana, que ya es de consumo legal en varios estados de la Unión.
Sexto: Los hispanos figuran como una las primeras fuerzas emprendedoras de nuevos pequeños y medianos negocios en EEUU, representando el 28% de los nuevos emprendimientos, según las cifras del Censo y otras fuentes oficiales.
En consecuencia, el problema migratorio en los EEUU es hoy día básicamente un asunto de derechos humanos. Sencillamente, se trata de entregar documentación y abrir camino a la ciudadanía a 12 millones de familias trabajadoras y estudiantes de buena voluntad, quienes son, en los hechos, americanos sin documentos, reconociéndoles el derecho humano a una identidad nacional. Y se trata también de mantener familias unidas, porque no es humanitario y sería violatorio de los tratados de derechos humanos de los cuales EEUU es firmante, separar a menores de sus padres, o forzarlos a vivir fuera de su país de origen en estas circunstancias. Y, finalmente, se trata de un contingente humano mayoritariamente emprendedor, trabajador, honesto y respetuoso de las leyes. Que ama y aspira a seguir contribuyendo a la nación de la que se sienten absolutamente parte.
No existe entonces un problema migratorio en los términos que lo plantea Trump, quien en ese campo miente y manipula.
Por el contrario, como decía con su contagiosa energía positiva el emprendedor y chef José Andrés, en los "Latino Talks" del Latino Victory Project esta semana: "¡los inmigrantes no son el problema, son parte de la solución!"
A diferencia de Trump, quien lejos de ser la solución del partido republicano, es un gran problema del que no vemos cómo van a salir.

La tragedia del Partido Republicano

El Nacional, 1 de Mayo
Esta semana se consolidó el triunfo de Hillary Clinton en las primarias del Partido Demócrata. La ex senadora y secretaria de Estado no solo ha calzado en la matemática de los delegados electos y superdelegados del partido para nominarla en la convención, sino que es la candidata que ha sumado más votos populares a escala nacional, comparada con cualquier otro precandidato Demócrata o Republicano, e incluso en estados "pendulares",como Florida y Virginia (llamados "swing" states), que constituyen la arena donde se define la contienda presidencial de Estados Unidos, bajo las complejas reglas del colegio electoral.
Clinton ha logrado sintonizar con las aspiraciones de continuación de la agenda de Obama que cuenta con un sólido respaldo del 52% tras ocho años en el poder. Y ha agregado reformas y nuevos alcances para persistir en el objetivo de cerrar las desigualdades y remover las barreras al progreso de los sectores trabajadores y de la clase media, las mujeres, la población afroamericana, y los inmigrantes de origen latino. Pero no solo eso. Su agenda representa también una pragmática contención a las corrientes reaccionarias, radicales y dogmático-religiosas que se erigen desde el Partido Republicano en la voz de personeros como el senador Cruz, o las actitudes divisionistas, xenofóbicas y racistas, expresadas por el inefable Donald Trump, quien sigue avanzando hacia la nominación republicana con comodidad.
Por su parte, el senador Sanders ha conectado con la juventud desde el campo demócrata, a través de sus plateamietos de justicia social en materia educativa y de salud pública, pero sobre todo con su radical cuestionamiento al sistema de financiación de la política, que en su opinión confisca el proceso democrático en beneficio del gran capital, emblematizado por la satanización de Wall Street.
Clinton, en su discurso del martes, luego de ganar las primarias de Pensilvania, Maryland, Connecticut y Delaware, (que se sumaron a su contundente triunfo en Nueva York la semana anterior), fue muy concisa y precisa al tender un puente al senador Sanders para avanzar unidos en una agenda con la que ella está igualmente comprometida: una reforma a fondo para evitar que el sistema de financiación de la política distorsione el proceso democrático.
Hillary Clinton ha sido visionaria al ejecutar, a lo largo de su aspiración en las primarias, una estrategia de consolidación y apoyo de la plataforma parlamentaria del partido demócrata, para lo cual organizó tempranamente un comité conjunto entre su comando de campaña y el partido demócrata a escala nacional, así como las seccionales del partido en los estados. Con esa estructura, Hillary Clinton ha configurado una maquinaria financiera y operativa para ganar la Presidencia y retomar el Congreso. Y las proyecciones permiten hacer pronósticos muy positivos en la recuperación del control del Senado. El control de la Cámara es más difícil, pero la tragedia por la que atraviesa el partido republicano jugará a favor de Hillary, sobre todo si el senador Sander se incorpora entusiasta, como lo harán en su momento el presidente Obama, la primera dama Michelle Obama, la senadora Elizabeth Warren y el vicepresidente Joe Biden, pilares del movimiento progresista que tanto moviliza a los jóvenes "milennials", audiencia clave para hacer la diferencia electoral en todos los órdenes.
Ese capital electoral juvenil y progresista es elemento que repetiría, en torno al Partido Demócrata, la amplia coalición que logró ensamblar Barack Obama cuando derrotó a la propia Clinton en 2008, para gobernar con ella como su secretaria de Estado durante buena parte de sus dos periodos.
Dicho lo anterior, mientras los demócratas construyen una coalición social y política amplia y diversa, la tragedia de los republicanos es inédita. Cuando ganó Obama la Presidencia, se fijaron como único cometido impedir su reelección. El líder del partido en el Senado, Mitch McConnel, lo dijo públicamente: “Tenemos un solo objetivo, que Obama solo gobierne un periodo presidencial”. Sin ninguna propuesta frente a su mandato popular, se emplazaron en una posición obstruccionista. Un ejemplo emblemático de ello es la oposición sin propuestas a la ley de reforma del sistema de salud, conocida como Obamacare. No supieron dar lectura a las aspiraciones populares con esa postura reaccionaria. Obamacare es una reforma imperfecta, con críticos desde la izquierda y la derecha del espectro ideológico, pero permitió ampliar la cobertura con base en el sistema asegurador, alcanzando a más de 17 millones de personas que no tenían acceso a la salud. Las encuestas indican que más del 60% de los americanos apoya una legislación que intervenga en la solución del acceso a la salud. Y es mayor el número de personas para quienes la salud es un derecho que debe ser garantizado, (pero al comienzo de la reforma solo el 40% la apoyaba, no obstante el 60% en desacuerdo se dividía entre quienes pensaban que había que reformarla y quienes se oponían a todo tipo de reforma sanitaria, que representaba solo un tercio de los americanos). Hoy el 47% apoya la reforma de Obama y 30% la rechaza abiertamente, es decir, no es en el obstruccionismo o la oposición radical donde se puede ganar apoyo, sino en el terreno de las propuestas. Eso no lo ha entendido el liderazgo que domina la escena en el campo republicano. Por un buen tiempo insistieron en que el plan económico de Obama era socialista y que llevaría al país a un desastre fiscal. Entre sus resultados, el gobierno de Obama redujo el desempleo del 12% al 4,5% a través del crecimiento del empleo en el sector privado y la reducción del tamaño del sector público, y el déficit fiscal se redujo del 8% al 2,6% del PIB. En el aquelarre de señalamientos, Donald Trump apareció abanderando el planteamiento según el cual Obama no era ciudadano americano; y desde esas huestes también se levantaba el llamado Tea Party, que caracterizaba a Obama como un caballo de Troya del Islam, jugando con su nombre Barack Hussein Obama, así como la nacionalidad y religión de su padre, a quien prácticamente el presidente no conoció, pues se crió con su madre y abuelos en Hawai, donde nació.
En el camino, las políticas económicas de Obama dieron resultado. El país salió de la crisis sin inflación, con el déficit fiscal bajo control, llegó al pleno empleo, e incluso, la operación de salvamento del sector financiero resultó exitosa y rentable para el fisco, igual que la de la industria automotriz. En materia de seguridad nacional, Obama puso fin al conflicto en Irak y su gobierno atrapó a Osama Bin Laden (en un operativo que se cobró la vida del líder terrorista más buscado por Estados Unidos y el mundo), echando por tierra el argumento de su incapacidad para enfrentar al enemigo del terrorismo. E hizo todo eso evitando siempre la radicalización que identifica erróneamente en el mundo musulmán al enemigo.
Quedan pendientes grandes desafíos, pero, salvo por la opinión de la mayoría republicana en el Congreso, todos los expertos en materia nuclear aplauden y apoyan el tratado suscrito por Irán con Estados Unidos, Alemania, China, Francia, Inglaterra, Japón y Rusia, además de la ONU; y complejos problemas, como el de ISIS y Siria, se vienen trabajando en amplias coaliciones internacionales y sin el unilateralismo que tanto estimula el radicalismo. En su afán por acabar con Obama, los republicanos cultivaron el radicalismo antipartidista del Tea Party, y luego enfilaron a su vez contra Hillary Clinton (a quien anticipaban la candidata demócrata desde entoces) con una sediciosa campaña de descrédito con el asunto de los emails y los sucesos de Bengazi.
El Partido Republicano quedó secuestrado por los extremos y sin propuestas. Su único planteamiento se basa en el obstruccionismo, la negación y la guerra sucia de opinión pública. Desde ese extremo se crearon las condiciones para el fenómeno que hoy los agobia: Donald Trump y Ted Cruz. Hace meses, el senador Lyndsay Grahman, de Carolina del Norte, quien integra el liderazgo más sensato del partido, expresaba que la decisión entre Trump o Cruz era como escoger la muerte por una bala o envenenado. Esta semana se filtró la grabación de una conversación del último líder de la mayoría republicana, John Boehner, en la que dijo, ante el dilema Trump, que Cruz era "carnal de Lucifer". Menuda tragedia.
Lo cierto es que los sondeos de opinión ya muestran que, frente a Trump o Cruz (y problamente el primero será el abanderado republicano), la ventaja de Hillary Clinton sobre ambos es de dos digitos porcentuales. Pero en los llamados estados pendulares, donde deciden los electores independientes y la diversidad social o étnica, sin que tenga peso el factor religioso en las decisiones políticas, las ventajas de Clinton sobre Trump y Cruz se abren hasta niveles que superan el 20%. Pero hay un agravante. Una encuesta publicada esta semana por la Universidad de Sufolk indica que 40% de los republicanos declara que no votaría por Trump de quedar electo candidato; y un 20% de los electores republicanos votaría por Hillary Clinton. Esto abre el juego en algunos estados con el perfil de Wisconsin o Carolina del Norte, que normalmente se inclinan por candidatos presidenciales republicanos, a favor de Hillary Clinton, escenario en el cual la victoria demócrata podría venir acompañada, como ocurrió con Obama en el 2008, de mayoría en ambas cámaras del Congreso.
Lo que sucede en Estados Unidos es muy relevante en el terreno de la política global. Y nos enseña que el radicalismo movilizado por los prejuicios y la rabia, así como los dogmatismos y fanatismos, son el peor enemigo que se puede cultivar en política.
Aparentemente, le tocará a una mujer, histórico momento, tomar la batuta de su compañero afroamericano de partido y gobierno, para consolidar el proceso de inclusión que inició históricamente con el derecho al voto de ambos grupos sociales, hasta llegar a su empoderamiento y ejercicio ejemplarizante e incluyente de liderazgo desde la Presidencia del país más poderoso del planeta.

Los sauditas encaran la era pospetrolera

El Nacional, 25 de Abril 2016
Mientras pasaba revista a las terribles proyecciones económicas de Venezuela para este año (inflación en alimentos y medicinas superior al 700%­; decrecimiento económico por cuarto año consecutivo, esta vez del -11% del PIB…), topé con una nota publicada por Bloomberg donde entrevistan al príncipe de Arabia Saudita, Mohammed Bin Salman.
El príncipe árabe explica allí que su país se prepara para la era post-petrolera. Una previsión orientada a la pérdida relativa de la importancia del consumo de petróleo como fuente energética y al ingreso en una era en la que este insumo se caracterizará por precios que no superarían los actuales niveles, pudiendo incluso bajar.
La solución en la que trabajan es en el montaje del mayor fondo de inversión soberana conocido hasta ahora, que manejará un patrimonio de dos trillones de dólares. La estrategia incluye la oferta pública de acciones de ARAMCO, la gigante petrolera del Estado, con el objeto de transferir recursos que se invertiránen un portafolios de activos a nivel global, en todas las industrias y actividades propias de las actividades económicas de la actualidad mundial, un conglomerado que incluye, por cierto, energía renovable alternativa al petróleo.
El fondo sumaría inmenso poder, naturalmente. Y crearía un mayor tejido de intereses del gobierno saudita en la economía no petrolera global que, como sabemos, siempre apuesta a un equilibrio de los precios del crudo a los niveles actuales, ya que los precios altos conspiran contra el consumo y la aceleración del crecimiento económico global.
Junto a esta estrategia del fondo trillonario, y como marco mental de su creación, los sauditas están muy conscientes de que el negocio petrolero no es más una apuesta a los precios sino al volumen de producción; y que no solo compiten con la producción de esquisto ("fracking") sino que deben invertir en proyectos que la desarrollan. Y así lo hacen.
El objetivo del gobierno saudita es incrementar la participación del ingreso fiscal no petrolero en sus finanzas públicas de 7% a 40% del total. Para visualizar la magnitud del propósito del fondo de inversiones sauditas: sus activos serían suficientes para comprar la totalidad de las acciones de las cuatro empresas no petroleras con mayor capitalización en la bolsa de valores: Apple, Google (Alphabet), Microsoft y Berkshire Hathaway. El príncipe, incluso, reveló como uno de los objetivos estratégicos la toma del control en al menos dos instituciones financieras globales.
Entre tanto, Venezuela, socio de Arabia Saudita en la OPEP, ambos países con las reservas probadas más grandes del planeta, persiste en una deriva económica marcada por la escasez, la hiperinflación y, lo que es peor, con el liderazgo oficialista creyendo que puede diferir su suerte política un par de años, con la expectativa de que se recuperen los precios del petróleo y esto le permita retomar el modelo populista que arrastró al país a la ruina.
No hay que tener una corona en la cabeza para ver la situación con claridad y hacer los cambios que las circunstancias imponen. Basta un poco de sensatez, información despojada del afrecho ideológico y un mínimo de piedad con un pueblo castigado más allá de lo que nadie hubiera podido imaginar.

Almagro, la OEA y la democracia como estandarte

El Nacional, 17 de Abril 2016
El secretario general de la OEA, Luis Almagro, ha persistido en su impresionante esfuerzo por recuperar el liderazgo del organismo en la región. Entre otras objetivos, se ha propuesto enfatizar el papel que este debe jugar frente al déficit democrático o neoautoritarismo que se vive en Venezuela como acompañamiento de la grave crisis social y económica en la que han desembocado casi dos décadas del chavismo. Han sido contundentes sus pronunciamientos contra el despojo judicial de las facultades de la Asamblea que pretende el TSJ, cuyo más insólito y reciente zarpazo es la inexplicable declaratoria de inconstitucionalidad de la Ley de Amnistía y Reconciliación Nacional.
La OEA viene devaluada. Varios factores se combinaron para producir este desmedro en los últimos años. La vieja estrategia la cancillería brasileña,(de mover el centro de poder hemisférico a Brasilia con una instancia como Unasur), encontró alianza de conveniencia con la diplomacia extorsiva petrolera del chavismo, que prácticamente condicionó la cooperación de Petrocaribe a su agenda política de lograr la incondicionalidad de países del Caribe y Centroamérica. Por supuesto, la guinda de esta torta la puso la inefable gestión de José Miguel Insulza quien, en lugar de ejercer liderazgo convirtió la Secretaría General en una conserjería limitada a atender lo que le pedía el grupo Unasur-ALBA-Petrocaribe.
Almagro intenta, precisamente, liberar a la OEA de ese perverso secuestro institucional; y aunque la dramática caída de los precios del petróleo, el cambio político en Argentina y la crisis en Brasil abonan en esa dirección, la tarea no es fácil. Aún queda tela por cortar.
Por su parte, el presidente Obama ha desplegado un bien hilado juego en la región. Ha evitado confrontar y ha optado por apoyar desde la trastienda la conformación de coaliciones y tendencias que aíslen la influencia negativa de aquellos liderazgos que comprometen la democracia en el hemisferio.
La apertura hacia Cuba y el apoyo a la consolidación del proceso de paz en Colombia son dos ejemplos bien elocuentes de esa estrategia, que junto a su política energética, han dejado al liderazgo chavista rezagado y solo en la región, al punto que hasta los Castro comienzan a mirar hacia el norte.
En noviembre de 2015, el presidente Obama propuso al Congreso una legislación que contenía un paquete de apoyo al proceso de seguridad y fortalecimiento institucional en Centroamérica. Su propósito era apoyar a sus gobiernos en la lucha contra los carteles y la terrible violencia que aqueja a esa parte del continente e impulsado movimientos migratorios de menores hacia Estados Unidos. La legislación propuesta por Obama incluye una ayuda económica de un billón de dólares para los países centroamericanos.
Esta semana, otra iniciativa de impacto hemisférico entró en la Cámara de Representantes del Congreso de Estados Unidos. El representante Eliot L. Engel (demócrata de Nueva York), miembro principal del Comité de Asuntos Exteriores de la Cámara, y la representante Ileana Ros-Lehtinen (republicana de la Florida), ex presidente de la Comisión, presentaron una ley para dar prioridad a la relación entre Estados Unidos y el Caribe. Su proyecto de ley requeriría que el Secretario de Estado y el Administrador de la Agencia de Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (Usaid) presentara al Congreso una estrategia de varios años, centrada en los países del Caribe y de la diáspora en Estados Unidos, para la mejora de la seguridad energética, la lucha contra la violencia y otras áreas prioritarias.
El representante Engels expresó, al exponer el proyecto de ley que: “En Estados Unidos no podemos perder de vista nuestros intereses a largo plazo. Debemos fortalecer y ampliar los lazos con nuestros vecinos del Caribe ". Por su parte, en este esfuerzo bipartidista, la representante Ileana Ros-Lehtinen expresó estar muy consciente de la importancia de esta ley, “ahora que el Caribe debe ser menos dependiente de una economía venezolana en total deterioro”.
Las piezas se van ensamblando, los liderazgos siguen coincidiendo. La crisis económica y fracaso del modelo de Petrocaribe se están haciendo sentir. Y para encauzar las cosas ya va siendo hora de poner en marcha o acelerar iniciativas que favorezcan la democracia y el desarrollo regional; y al mismo tiempo, la causa por restablecer un rumbo democrático para Venezuela.
Cuando el rompecabezas termine de armarse y aparezca un paisaje más armonioso y confortable que el actual, habrá que encontrar un momento para reconocerle a Almagro sus esfuerzos para restituirle el sentido a la OEA y en defensa de la democracia. Sobre todo, la que habrá de llegar en Venezuela.

¿Qué hacer frente a la crisis en Venezuela?

El Nacional, 10 de Abril 2016
El problema económico de Venezuela sigue sin respuestas. Y Maduro se empeña en responder con la argucia de culpar a alguien, treta que hasta ahora no ha logrado sino precipitar a su gobierno y al país al caos.
La estrategia de Nicolás Maduro ha consistido en diferir medidas, postergar acuerdos con el sector productivo (y en su lugar confrontarlo u hostigarlo), y someter al país a un racionamiento que ya llega al absurdo. Tal es el absurdo que, como no hay oferta de energía eléctrica, por falta de inversiones y mantenimiento (además de mucha corrupción en el manejo de los contratistas de este sector), lo que se le ocurre es dejar de trabajar un día de la semana para bajar el consumo. Sin asomar, como ha sido la norma en todo este periodo de racionamiento, una mínima indicación de qué se hará para sacarnos del foso donde nos encontramos.
Esta semana, como si no estuvieran suficientemente graves las cosas, han insistido en acusar de la crisis a la nueva Asamblea Nacional, de mayoría opositora; tal como ayer eran “el imperio”, “la guerra económica” y los conspiradores. Antes habían abrazado el argumento, halado por los cabellos, de que la oposición al Decreto de Emergencia se obstaculizaban las soluciones (no presentadas por el decreto) a la crisis. Ahora optan por movilizaciones tarifadas con intención provocadora y violenta frente al Palacio Legislativo, acompañadas de la propuesta del inefable Herman Escarrá, bendecida por Maduro, de que hay que explorar una enmienda constitucional, no la planteada por algunos opositores para recortar el mandato de Maduro, sino el de la recién electa Asamblea Nacional.
Pretenden demonizar a la Asamblea Nacional, convirtiéndola en su narrativa en la síntesis de la ristra de culpables que han querido inventar como chivo expiatorio de una crisis resultado de un modelo económico que colapsó antes de que se hundieran los precios internacionales del petróleo, que eran su única base de sustentación tanto económica como política. Y se aplica al propio Chávez, por cierto.
Un reciente estudio de opinión, elaborado para la Unidad de Monitoreo Político Regional del Centro para la Democracia y el Desarrollo en las Américas, nos trae unos hallazgos muy interesantes: Maduro es el responsable de la crisis que vive Venezuela para 35% de los venezolanos; luego aparecen los siguientes culpables: la falta de orden 22%; la guerra económica 15%; el colapso del modelo socialista/chavista 6%; los ministros del Gobierno 5%; los bachaqueros 4%; la oposición 3%; los militares 3%; la Asamblea Nacional 1%; mientras 6% de los venezolanos no sabe o cree que hay otro responsable.
Los resultados del estudio coinciden, además, con otros que han revelado que solo 33% de los venezolanos piensa que Maduro debe terminar su periodo presidencial; mientras 66% afirma que debe marcharse, sea por la vía del Referendo Revocatorio (52%), o por otra ruta, el resto. Finalmente, más del 80% piensa que la situación del país es francamente mala o pésima… desesperante diría yo.
Qué busca el Gobierno con su estrategia comunicacional y política: diluir la responsabilidad de Maduro en la crisis y promover múltiples estrategias como respuesta a la inmensa mayoría que se opone o está descontenta en la presente crisis. En otras palabras, el famoso episodio del Dakazo, que les sirvió para revertir el resultado electoral, no se ha podido repetir (y todo indica nunca más se reeditará). Y esta vez no se avizora un rebote en los precios del petróleo en el horizonte, ni devaluación oculta que alcance para alimentar el clientelismo político o el populismo enfocado de sus programas sociales.
Habrá quien piensa que la actitud del Gobierno es un asunto de incapacidad estrictamente, (y es obvio que son incapaces para gobernar y resolver los problemas del país), pero debe advertirse también que toda esta postración es parte de una estrategia política que se expresa por diseño. En la medida de que se diluya la responsabilidad de Maduro, y que no se enfoque la sociedad opositora en un solo mecanismo para abordar la crisis política, aquel permanece en el poder, a pesar de la gravedad de la crisis. Sobre todo si, además, logran desdibujar una posibilidad de liderazgo que represente una real alternativa, porque eso es menos riesgoso y costoso que inhabilitar, perseguir o hasta apresar a lideres opositores, como ha sido el caso de Leopoldo López, Antonio Ledezma y Manuel Rosales.
Paralela a esa estrategia, o como parte de ella, se despliega el conflicto entre poderes, despojando a la Asamblea desde el Tribunal Supremo, o judicializado la oposición democrática para diezmar al liderazgo opositor. Al mismo tiempo se acentúa el cerco mediático, que ha confinado (y ensimismado hasta cierto punto) la opinión disidente al espectro digital.
La conflictividad política permite construir nuevos culpables. Por ejemplo, si la población termina percibiendo a la Asamblea como parte responsable de la crisis. Esto ocurriría si la versión que se impone es la oficial.
Pero en el camino se agrava la crisis económica y social. Y el riesgo de que, al calor de la conflictividad política estalle la social, no es opción conveniente para nadie que quiera abonar a una solución, y mucho menos para el liderazgo opositor. Del estallido se desemboca en la anarquía y, finalmente, en alguna forma de represión, asistida por una razón de Estado. Ganas no les faltan, como han demostrado largamente.
Si se piensan bien las cosas, y la oposición se concentra en tener su estrategia en orden, se debería enfocar en una respuesta a la crisis política: la que tiene más cuerpo en las encuestas, así como viabilidad institucional: el referendo revocatorio. Eso, sin descuidar las elecciones regionales, más aún, atando la promoción de los líderes con el llamado al revocatorio.
Estas tareas deberán cimentarse en una propuesta al país. La oposición deberá habilitar todos los espacios que sean necesarios para el diálogo social y político orientado a resolver la crisis desde la Asamblea Nacional.
Nadie ha dicho que es fácil. Pero hay un estímulo imbatible: ese país atormentado, que sufre en las colas, que gime en los destrozados hospitales, que llora a las puertas de las morgues. Y que todavía alienta en su corazón una llamita de esperanza.

jueves, 7 de abril de 2016

Puerto Rico puede decidir las elecciones en Florida

El Nacional, 3 de abril 2016
Siguen avanzando las primarias presidenciales en Estados Unidos. En el lado demócrata, la matemática del complejo sistema de los colegios electorales estadounidense es rigurosamente favorable para Hillary Clinton, virtual candidata presidencial para enfrentar al partido Republicano. Pero en este partido, la cúpula conservadora maniobra para evitar, con base en esas mismas complejas reglas, la nominación casi inevitable del inefable Donald Trump.
Hasta la fecha ha habido mucho entusiasmo y participación en las primarias republicanas por el efecto movilizador de Trump sobre sectores tradicionalmente abstencionistas que se identifican con su mensaje divisionista, hasta rabioso, xenofóbico y con tintes prejuiciosos y racistas. En su trayecto, Trump ha consolidado una primera minoría o pluralidad del voto que le permitiría alzarse con la nominación  republicana, pero que hace difícil imaginarlo elegible en una elección general, por su negativa imagen entre cuatro audiencias claves: las mujeres, los latinos, los afroamericanos y los jóvenes.
Trump se ganó a pulso el rechazo que tiene en estos sectores, por cierto. Dados su excéntrica y agresiva retorica antiinmigrante; su desprecio por el rol de las causas y derechos de la mujer independiente y profesional; y su silencio (seguido por tibio distanciamiento) ante el apoyo que recibió de voceros del KuKluxKlan.
Una encuesta del Washington Post indica que 9 de cada 10 latinos jamás votarían por Donald Trump; y el más reciente estudio de Gallup revela que 7 de cada 10 mujeres tienen una opinión negativa y de rechazo hacia el magnate. En cuanto a los electores afroamericanos, ya el partido republicano había perdido el ascendiente que sobre aquellos tienen los demócratas, así como sobre los latinos, al igual que con la simpatía del voto femenino. Desde la presidencia de Reagan, los republicanos han perdido consistentemente el voto femenino en Estados Unidos, con márgenes que se amplían ante la candidatura de Hillary Clinton, quien se convertiría en la primera mujer presidente después de que un compañero de tolda fuese el primer afrodescendiente en instalarse en la oficina oval de la Casa Blanca.
Increíble secuencia en la conquista de espacios y empoderamiento de ambos sectores de la sociedad. Seguidilla que guarda un paralelo histórico con las luchas para otorgarles a ambos sectores el derecho al voto…una conquista de la que fuera protagonista un partido republicano que ya no existe, ni en Trump ni en su principal rival, el senador Ted Cruz.
Pero uno de los mayores escollos del partido será el voto latino y su incidencia en un Estado clave por la dinámica de los colegios electorales: la Florida. Estadísticamente, es improbable para un republicano alcanzar la Presidencia de Estados Unidos sin conquistar al menos 40% del voto latino en general, y 47% del de Florida, en particular.
Y en Florida la complicación va más allá de la antipatía que despierta Trump en la población hispana. El electorado tradicional y conservador cubano americano,movilizado por su anti-castrismo, ya no domina la escena política de Florida. Como prueba contundente,  la terrible derrota encajada allí por el senador Marco Rubio, quien solo alcanzó a ganar en Miami, pero perdió ante Trump por altos márgenes en el resto del estado. Y ambos vieron cómo el voto hispano se desplazó de forma importante hacia la primaria demócrata, específicamente a favor de Hillary Clinton, quien recabó más votos en las primarias demócratas en Florida que los emitidos a favor de Trump o Rubio.
Esto evidencia que el perfil del voto latino en la Florida ha cambiado por un imperativo generacional: los cubanoamericanos de menos de 35 años apoyan mayoritaria y decididamente el viraje de Obama al restablecer relaciones con Cuba. Pero, además, se han incorporado nuevos contingentes de diferentes proveniencias latinoamericanas, con diversos intereses, distantes de aquella agenda tradicional centrada en el anticastrismo. Es el caso de los residentes puertorriqueños en Florida.
En el pasado, cuando pensábamos en el voto boricua, nos restringíamos a Nueva York. Pero como resultado de la crisis económica en la isla, cerca de un millón de puertorriqueños se han desplazado y establecido residencia entre Orlando y Tampa, donde activaron automáticamente su derecho a votar como ciudadanos americanos.
La crisis económica de Puerto Rico no es solo un problema que exige respuestas a nivel federal, también tiene implicaciones políticas, ya que ha cambiado el mapa político electoral de la Florida, un campo de batalla clave tanto en las elecciones presidenciales como para la Cámara de Representantes y el Senado, puestos claves que también están en juego en ese estado.
Es cierto que la deuda de Puerto Rico exige un plan de reformas y ajustes en el gasto de la isla, pero más allá de la racionalización de su política fiscal, el gobierno federal tiene un rol en este asunto. La reordenación del gasto militar, particularmente en la naval, ha tenido consecuencias en la isla; y la competitividad de Puerto Rico frente a otras naciones soberanas en el Caribe también se encuentra limitada por su estatus político-jurídico. Los países vecinos en el Caribe están en capacidad de diseñar alianzas (favorables a las inversiones) con otros países con una libertad de la que no dispone el gobierno de Puerto Rico. Eso exige respuestas que comienzan con reformas puntuales a la ley de bancarrota para permitir la renegociación de la deuda de Puerto Rico bajo el Capítulo 9 de dicha ley, como han hecho exitosamente decenas de ciudades en Estados Unidos, entre ellas Detroit.
Puerto Rico y su gente son parte integral y vibrante de la sociedad estadounidense. El futuro de la isla es importante para todos, pero es un asunto particularmente sensible para ese elector boricua que hoy reside en la Florida. El caso de Puerto Rico, en el contexto del sistema federal americano, es similar en sus magnitudes al de Grecia en la Unión Europea, claro que la fiscalidad y profundidad del mercado de capitales de los Estados Unidos ofrece muchas más posibilidades para resolverlo exitosamente. Es inexplicable que no exista conciencia de ello en algunos integrantes del liderazgo del Congreso y el Senado, particularmente en quienes representan el estado de Florida.
En el liderazgo del partido demócrata en el Congreso se han hecho sentir, con energía y propuestas concretas, las voces del congresista Luis Gutiérrez, así como la senadora Elizabeth Warren.
Hillary Clinton ha presentado ideas y compromisos firmes para resolver esta crisis. Sin embargo, la mayoría republicana en el Congreso y el Senado sigue indiferente. En Florida, el voto hispano es crucial y se movilizará junto con sus hermanos boricuas, hoy sus vecinos, para exigir soluciones. Elegirán a un presidente, a representantes al Congreso y al Senado comprometidos con esta causa, una de varias prioridades en la agenda latina.
La cuestión de Puerto Rico tendrá impacto en la elección del reemplazo de Marco Rubio como senador para la Florida, y en la elección del próximo Presidente de Estados Unidos.
No sería, pues, muy descabellado afirmar que la pequeña isla podría decidir las elecciones en la Florida y, por ese camino, ser clave en la definición del destino del titán del norte.

El peso de la economía en la transición de Venezuela

El Nacional, 27 de marzo 2016
En 2012 (último de la presidencia de Hugo Chávez, antes de su fallecimiento), Venezuela, ya convertida en una economía de puertos, importaba 60 millardos de dólares. 28% de esos productos venía de Estados Unidos, 16% de China, 9% de Brasil y 4% de Colombia y Argentina, respectivamente. Se exportaban 80 millardos de dólares, 47% de estas ventas a Estados Unidos, 17% a China y 14% a la India; 80%, petróleo crudo y el resto, productos petroleros refinados o derivados.
En este momento, el país, absolutamente dependiente de sus mermadas exportaciones petroleras, exporta cerca de 37 millardos de dólares e importa 36 millardos de dólares. Y las importaciones ya no solo incluyen hasta el café sino también petróleo y gasolina (cuyo valor ya está por encima de 8% de las importaciones totales). No obstante ese precario equilibrio en la cuenta comercial, el movimiento de capitales hacia el exterior en la balanza de pagos se ve seriamente comprometido cuando se asume el servicio de la deuda externa, que monta algo más de los 15 millardos de dólares anuales.
Para ilustrar la magnitud del efecto destructivo del modelo económico ensayado en Venezuela, recordemos que nuestros vecinos andinos, Perú, Colombia, Bolivia y Ecuador, mantienen reservas internacionales líquidas (excluyendo oro y derechos especiales de giro ante el FMI) del orden de los 59, 44, 15 y 4 millardos, respectivamente, mientras Venezuela tiene solo 2,6 millardos de dólares.
Como tercer dato, el valor agregado del patrimonio de toda la banca venezolana, por el efecto de la brutal devaluación, en términos reales no supera los 500 millones de dólares.
Finalmente, la economía entra en su cuarto año consecutivo de decrecimiento, acumulando ya una pérdida en el PIB de más de 11%. Entre tanto, más de 30 millones de hectáreas cultivables en manos del Estado se mantienen totalmente improductivas; y el desempleo abierto y encubierto, sumado al subempleo, afecta a más de 50% de la población laboralmente activa del país.
Por su parte, los salarios siguen atados a una ficción cambiaria, mientras la devaluación y las distorsiones los van dejando rezagados hasta el punto de que el valor de la canasta alimentaria, por sucesivos los ajustes en la estructura de costos y precios, representa más de 12 salarios mínimos.
Con este pliego de datos podemos destacar tres conclusiones:
En medio de una increíble contracción económica signada por la caída en los precios del petróleo, el gobierno de Nicolás Maduro ha escapado hacia adelante sin hacer nada por estimular la producción y reduciendo el consumo de los venezolanos en casi 50%. Sin decretarlo, el gobierno ha metido al país en una brutal política de racionamiento, sin asomar una hoja de ruta para retomar el camino del crecimiento.
Venezuela tiene menos de un mes de importaciones en reservas internacionales; y cada vez que se aproxima un pago de deuda externa, sacrifica el flujo de importaciones agravándose de forma dramática la contracción del consumo.
Si mañana un grupo de inversionistas decididos a trabajar por el país decidieran emprender 5 o 6 proyectos de envergadura, la banca toda no tendría capacidad de prestarles los fondos requeridos, dado el actual patrimonio del sistema bancario.
Y, finalmente, si se hiciera un ajuste en el salario, que permitiera el consumo de la canasta básica, posiblemente la mayoría de las empresas del país tendría que cerrar.
Una situación de esta magnitud no puede resolverse sin un plan que sume el apoyo de todos los sectores del país, empresariales, gubernamentales, políticos, sindicales y gremiales. La aguda tendencia al deterioro, con la gente a merced de la escasez y la inflación más alta del mundo, no puede abordarse promoviendo una conflictividad política que constituiría un serio agravante de la crisis.
Venezuela no solo requiere un mecanismo de transición política e institucional. Es preciso acompañar ese proceso con una transición hacia un nuevo modelo económico, que comenzaría con una fase de ajustes acordados y programados con el apoyo de todos los sectores, enmarcados en ese acuerdo de gobernabilidad política con el que comienza la transición.
Hay grupos que piden la renuncia del presidente y otros la enmienda constitucional. Ambas propuestas se ahogan en la conflictividad o mueren en la Sala Constitucional del TSJ.
Otros actores promueven el referendo revocatorio. Diera la impresión de que si la recolección de firmas para convocar este último se hiciese conjuntamente con las elecciones regionales a final del año, el revocatorio podría ocurrir dentro de los últimos dos años del actual periodo constitucional. De esta manera se habilitaría una transición negociada, encabezada por un vicepresidente capaz de expresar consensos, para abordar la primera etapa del costoso ajuste económico que se impone.
Si revocatorio se produjera este año, y antes de entrar en el último bienio del periodo constitucional, estaríamos entonces enfrentados a un escenario de elección general (presidente y gobernadores de estados), en medio de una crisis económica agravada en la dinámica electoral. Quien resulte electo tendría que formar una coalición o acuerdo de gobernabilidad de anchísima base. De lo contrario, la turbulencia del ajuste económico ineludible lo dejaría sin capital político en cosa de meses, lo que agudizaría la crisis en todas sus manifestaciones.
Es sencillo darse cuenta de que a estas alturas no hay caminos o estrategias supremacistas en que oficialismo u oposición puedan salir airosos. Tarde o temprano, tendremos que allegarnos a un gran acuerdo nacional. Si nos tardamos demasiado quizá terminemos importando aire para aliviar la asfixia que ya asedia la vida cotidiana de los castigados venezolanos.

Abogando por el Cambio

Vivimos en tiempos de cambio. Tiempos interesantes donde las nuevas formas y herramientas de comunicación adquieren cada día mayor importancia, definiendo nuestras vidas e influyendo en nuestras opiniones, construyendo nuevos espacios para la participación democrática y el poder ciudadano.

Vivimos en tiempos que presentan difíciles desafíos en materia social y económica. La pobreza e iniquidades, el cambio climático global, el uso racional de los recursos naturales, el respeto a los derechos humanos, el desarme para la paz mundial, y el fortalecimiento de los sistemas democráticos, son temas y problemas prioritarios que hoy tienen afortunadamente expresión concreta en instrumentos del derecho internacional.

La globalización ha traído consigo aportes y retos en todos estos frentes, como el surgimiento de un mundo multipolar, con zonas de influencia económica y mercados relativamente integrados, coexistiendo con economías donde la informalidad y la subsistencia alcanza mas de la mitad de sus pueblos. En estas nuevas realidades todavía sigue pendiente promover la igualdad de oportunidades y la movilidad mas libre del factor humano o del factor laboral en la economía global, tal como se promueve el movimiento libre de capital y bienes. En este mundo global los trabajadores y sus sueños de felicidad siguen atrapados por las fronteras nacionales, dentro de las cuales muchos padecen como víctimas de dualismos socioeconómicos e injusticias que les obliga abrirse paso, como sea, para alcanzar esos sueños. A esos movimiento migratorios hay que verlos en su dimensión humana y encontrarle respuestas que acojan el derecho de todo ser humano a encontrar su felicidad y la seguridad de su familia, lo cual pone de relieve la realidad inter-dependiente en que vivimos, y la urgencia de modelos de cooperación internacional mas eficaces y dotados de suficientes recursos.

Finalmente, en ese envolvente proceso de cambios y globalización aparece la importancia de promover la tolerancia y la diversidad; la pluralidad y el pluralismo, dejando atrás visiones elitistas que suponen la primacía o hegemonia de alguna cultura, religión, grupo social o gobierno, por vias de facto que ignoran el derecho de otros.

Nuestra idea es contribuir a la comprensión de nuestra realidad con objetividad; y a la búsqueda de equilibrios, consensos y soluciones justas pero compartidas con relación a los temas y problemas de nuestro tiempo. Te invitamos a mirar alto, esperar lo mejor para todos, participando en "Tribuna".