El Nacional, 1 de marzo 2015
El gobierno de Venezuela habla de una conspiración político-económica para derrocarlo.
Trae este argumento importado de la narrativa que manejan algunos para analizar el golpe de estado que hubo en Chile contra Salvador Allende, que puso a la cabeza del gobierno a quien en ese momento era ministro de la Defensa, el general Augusto Pinochet.
Allende y Pinochet llegaron a tener una relación de confianza muy sólida, pues el General se había mostrado un militar leal a la Constitución y al gobierno en varios episodios de la complicada historia chilena de esos días.
Si el gobierno Venezolano hace este paralelo con el caso Chileno, los sospechosos de la supuesta conspiración deben estar encabezados por alguien con mucho poder político-militar en las filas del oficialismo. Pero en su lugar, e inexplicablemente, los señalamientos recaen sobre civiles de la oposición sin ninguna capacidad de influir en el mundo militar.
Pero ahora vienen los otros dos elementos de la hipótesis del presidente Maduro, que requieren de análisis. Alega su gobierno que en esa conspiración económica hay la complicidad del sector privado con los Estados Unidos.
Veamos el primer elemento: el sector privado. Desde la controversial elección de Nicolás Maduro como presidente los empresarios no han hecho otra cosa que intentar trabajar con su gobierno. Durante y después del diálogo instalado en 2014, la comunicación ha sido fluida y proactiva, pero infructuosa, porque el gobierno sencillamente está enfocado en lo político e insistiendo en una propuesta “gatopardiana” que no representa rectificación alguna para revertir la crisis, creando confianza y condiciones objetivas para las inversiones. Para muestra un botón. Acaban de hacer el anuncio de una insuficiente flexibilización o reforma del sistema de control de cambios, y hasta la fecha no hay señales de implementación, por lo que la incertidumbre continua determinando una galopante devaluación del bolívar, sin que existan flujos para financiar adecuadamente las importaciones.
Pero hay algo más revelador de la falsedad del argumento gubernamental. La escasez de productos básicos de producción nacional en los anaqueles, es la de marcas correspondientes a empresas expropiadas o intervenidas por el gobierno venezolano. Por el contrario, lo que se encuentra en los mercados son productos del sector privado, a pesar de las dificultades creadas por el marco regulatorio gubernamental que los tiene trabajando en muchos casos a perdidas como resultado de un control de cambio que desconoce la paridad real del dólar con relación al bolívar. Y en general, la escasez tiene que ver con el problema de las importaciones, que tiene una sola causa, los retrasos del gobierno en otorgar o facilitar el acceso a los dólares necesarios para hacerlas.
Entonces, el elemento complicidad del sector privado es de imposible apreciación, y carece de toda credibilidad.
Pero entremos en el tema de la participación de Estados Unidos, nuestro principal socio comercial a pesar de la retórica política y con quien se tiene una errática y maltrecha relación diplomática, no obstante el placer o seguridad que produce a los propios oficialistas y sus aliados el viajar o invertir en el llamado “Imperio”.
La piedra angular de la relación entre Estados Unidos y Venezuela sigue siendo petrolera. Hoy en día Venezuela exporta sobre el millón y medio de barriles, los tres principales destinos de esas exportaciones son:
Primero, el mercado de Estados Unidos que nos compra unos 800.000 barriles diarios sin descuentos y pagados al día en dólares constantes y sonantes.
Luego viene China que se lleva un poco más de 500.000 barriles diarios, cobrándose con precio a descuento en el petróleo, créditos que nos dieron para principalmente comprarle cosas a empresas Chinas.
Y luego hay unos 250.000 barriles que van a Cuba y los países de Petrocaribe.
Cuba no paga, por el contrario ya por allí sacan cuentas diciendo el valor de sus servicios es mayor que lo que deben por petróleo.
El resto del Caribe sólo paga la mitad de la factura y compran el petróleo venezolano con importantes descuentos. Cuando se deciden a pagar la deuda, como sucedió con Republica Dominicana, se libran del compromiso pagando solo la mitad de la misma. Y en muchos casos, los países de Petrocaribe pagan canjeando esa factura petrolera por productos agrícolas tasados a precios sin descuento alguno, a diferencia del gran descuento aplicado a los precios por barril de petróleo venezolano.
Nunca había sido Venezuela tan vulnerable y dependiente de Estados Unidos, sin embargo es de ese mercado que viene los dólares que permiten sostener precariamente a Venezuela.
El otro argumento de la narrativa oficialista Venezolana es que Estados Unidos es responsable de la caída de los precios del petróleo; cuando fueron los altos precios los que habilitaron la producción del petróleo de esquisto y todas la alternativas energéticas con mayor costo de producción.
Por el contrario, la guerra de precios viene promovida por los Sauditas. ¿Será que no llevaron traductores al viaje que hicieron para conversar de este tema con los socios de la OPEP?
¿Cómo queda entonces el argumento de la participación gringa en el complot?
Es sencillo. No hay ninguna conspiración. Venezuela está asistiendo al colapso de un sistema económico que encontró sus limitaciones fiscales y productivas; pero además, lo único que lo hacia políticamente viable era un precio del petróleo superior a los 100 dólares por barril. Hoy ese petróleo venezolano cotiza a menos de 50 dólares; y lo único que queda de producción no petrolera nacional, haciendo un esfuerzo encomiable, es lo que viene de las empresas privadas; porque las expropiadas dejaron al país hasta sin café, producto que Venezuela está importando por primera vez en su historia.
¿Conspiración económica? … Por favor, cuenten mejor una historia de vaqueros.
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