El Nacional, 23 de noviembre 2014
Se acerca la fecha de renovación de los compromisos en Petrocaribe, y la inminencia de una crisis o colapso de ese sistema puede ser el origen una operación de ingeniería financiera por el orden de los 25 millardos de dólares, para mejorar la posición en las reservas internacionales de Venezuela.
El Convenio Petrocaribe fue suscrito en junio de 2005 y se renueva automáticamente por periodos de 5 años. Ante la precaria situación económica que atravesamos cabe el debate: ¿Debe Venezuela mantenerse en este acuerdo? Pero a pesar de la ausencia de ese debate en el país, ya en toda la región es un secreto a voces la discusión sobre si podrá Venezuela cumplir con este compromiso a mediano plazo.
Lo cierto es que la deuda acumulada por los gobiernos beneficiarios de la política de descuentos y financiamiento en la factura petrolera venezolana acumula cerca de 25 millardos de dólares; y Venezuela tiene su economía estrangulada por falta de dólares. Y he allí la oportunidad y necesidad de enseriar esta discusión sobre el futuro de Petrocaribe, y el manejo de estas acreencias por parte de nuestro gobierno.
Es inmoral pedirle sacrificios a los venezolanos, incluyendo el necesario ajuste en el precio de la gasolina, mientras todos los días se coloca petróleo con descuento y financiamiento blando a otros países. Es obvio que el colapso (o la no renovación) de la iniciativa Petrocaribe tiene un impacto hemisférico que exige respuestas mas allá de nuestras fronteras; pero entretanto hay una posibilidad:
Venezuela podría negociar con los países de la región continuar la iniciativa, introduciendo ajustes y modificaciones graduales que faciliten la incorporación de otros actores con capacidad exportadora de energía (petrolera o alternativa), a cambio de un trato financiero que le permita titularizar las acreencias que tiene contra los países del Caribe y Centro América que integran Petrocaribe. En otras palabras, Venezuela debería proponer que su esfuerzo inmediato, que ofrece estabilidad económica de interés para todo el hemisferio, sea acompañado de una contrapartida financiera: un préstamo con garantía de toda la deuda adquirida por los países deudores de Petrocaribe, en la forma de una emisión de deuda cuyo activo subyacente es ese portafolio de acreencias a cargo de las naciones Centroamericanas y del Caribe que integran el convenio. Por tratarse de un tema estratégico, que combina desarrollo, energía y estabilidad política regional, convocados naturales a este esfuerzo de financiación deberían ser organismos como el Banco Mundial, el Banco Interamericano de Desarrollo y la Corporación Andina de Fomento, como lideres de una colocación que podría incluso estructurarse de forma atractiva para los mercados financieros internacionales.
El resultado de una propuesta de este tipo permitiría a Venezuela tomar liquidez por el orden de los 25 millardos de dólares. Nada mas y nada menos que ese gran alivio; pero además, se introduciría gradualmente un elemento de racionalización a un sistema de cooperación energética, que por necesario, requiere ser sustentable y no puede recaer exclusivamente sobre los hombros de Venezuela. Una nueva idea de cooperación energética para Centro América y el Caribe, bien concebida, es algo en lo que sin duda tendrían interés estratégico Estados Unidos, México y Canadá.
Por supuesto, se requiere visión, liderazgo, credibilidad y espíritu de rectificación responsable en el gobierno de Venezuela para hacer cosas de este tipo.
¿Será posible?
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