El Nacional, 10 de enero 2016
Estaba anunciado. El conflicto de poderes en Venezuela era una eventualidad muy previsible. Y ya se encuentra en pleno desarrollo.
El gobierno no ha sabido dar lectura política a los resultados electorales del 6-D y ahora piensa que puede tapar el sol con un dedo. Pero la realidad de la crisis económica esta allí, agravada por la falta de iniciativa de la administración de Nicolás Maduro. El otrora apoyo popular del régimen se lo traga a diario el colapso productivo del país, que es el verdadero legado de Hugo Chávez, agravado por la caída en los precios del petróleo, un descenso que se profundiza y anuncia graves consecuencias que, sin duda, pasarán de lo fiscal a lo social.
El conflicto de poderes se centrará en la Sala Constitucional (porque la amenaza de no promulgar leyes ni publicarlas en Gaceta es tan falaz como el desesperado intento de dictar decretos ley express, con base en la Ley Habilitante que caducó). Será muy simple: la mayoría procederá a publicar las leyes en la Gaceta de la Asamblea, una vez vencidos los plazos constitucionales. Y para los Decretos Leyes está expedito el camino de las reformas legales, pues las leyes se derogan con otras leyes. Pero lo que sí es realmente un problema son los últimos e írritos nombramientos, hechos a la carrera por la Comisión Delegada de la Asamblea Nacional que acaba de entregar el poder a la actual. Por allí debe comenzar el nuevo poder legislativo. Y todo parece que el único camino definitivamente estructural es la reforma de la Ley Orgánica del Tribunal Supremo de Justicia. Esa propuesta tiene que ser priorizada por la nueva Asamblea para coger el toro por los cuernos.
Esto debe adelantarse sin perder de vista la situación económica, bestia que embiste a diario contra los ciudadanos. 2016 asoma con una proyección de decrecimiento del PIB del -8%, una inflación montada sobre 250% y 300%, y un panorama de escasez agravada, cuando se le compara con 2015, particularmente este primer semestre.
Lo inverosímil es que, frente a tan angustiosa perspectiva, el Gobierno se muestra tan absurdamente irreflexivo como en el campo político; y la maraña económica es su responsabilidad.
Las medidas fiscales anunciadas hasta ahora, así como los nombramientos ministeriales indican que el plan del Gobierno es continuar en su absurdo escape hacia delante, sin una rectificación orientada a un plan de ajustes inscritos en una política de apertura hacia la inversión, el pleno empleo y el crecimiento de la economía. La Asamblea, por su parte, tiene iniciativas y debe proponerlas, pero no es mucho lo que puede hacer en el campo económico si el Ejecutivo no se decide a rectificar e iniciar un dialogo. Y sin que ello ocurra, el impacto social de esta crisis es de pronósticos reservados.
En definitiva, el gobierno ha escogido el peor de los caminos al promover la conflictividad política entre poderes públicos, en medio de tan delicado escenario económico y social. Alguien sensato hubiera aprovechado esta oportunidad del cambio de poder político en la Asamblea para iniciar un proceso de negociación para el viraje económico y la transición política.
En definitiva, las transiciones políticas las hacen quienes se encuentran en el poder, para dibujar, de paso, su espacio de participación en el sistema democrático que ha de sustituir al régimen. Pero al tomar la senda de la terquedad y la torpeza, el Gobierno no solo hace las cosas mucho más difíciles para el futuro del oficialismo, sino para el país.
Quizás todavía estamos asistiendo a una etapa muy preliminar del proceso que recién comienza y sea temprano para sacar conclusiones, porque algo está claro: para 2016 que apenas comienza, en Venezuela habrá conflicto de poderes y crisis económica, pero también está instalada una inevitable dinámica de cambio cuya corriente tiene fundamentalmente causas económicas. Poco a poco sabremos quienes serán, dentro el oficialismo, capaces de comprenderlo para asumir la voluntad de cambio expresada el 6-D y de la cual es depositaria la Asamblea Nacional.
A mis conciudadanos, calma y cordura, que tengan muy feliz año.
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