El Nacional, 9 de noviembre 2014
¿Qué lectura dar al control Republicano del Congreso de los EE UU en las recientes elecciones legislativas? ¿Puede este cambio tener impacto en la política exterior estadounidense hacia Latinoamérica?
La primera pregunta es compleja. En primer lugar, la economía estadounidense viene recuperándose de forma moderada y sostenida, dejando atrás la crisis del 2008. El desempleo ha bajado del 10% al 5.4%; el déficit fiscal ha quedado reducido a un 2,8% del PIB; el índice bursátil Dow ha experimentado un crecimiento de casi el 100% en 6 años; y las ganancias corporativas están en su más alto nivel en 40 años. Por si fuera poco, los EE UU han alcanzado independencia energética, mientras comienzan a bajar los precios del petróleo y con ello los de la gasolina, un aliciente muy importante para el consumidor norteamericano. Segundo, estas fueron las elecciones con mayor abstención desde 1942 en los EE UU (solo votó 37% de los electores inscritos); y el triunfo Republicano viene mas bien asociado a una desmovilización de audiencias electorales claves para el partido Demócrata, concretamente los latinos, jóvenes independientes, mujeres profesionales, sectores progresistas, trabajadores y afrodescendientes. Es en esos sectores es donde se produjo la fatiga electoral que desmontó la mayoría que los Demócratas habían logrado en el Senado durante 8 años. Todos esos grupos sociales se quedaron postrados esperando varias leyes: la reforma migratoria; el aumento del salario mínimo; la ley de igualdad salarial entre hombres y mujeres por igual trabajo; y la legislación de control sobre el uso de armas. Por otra parte, los beneficios económicos todavía no llegan plenamente a los sectores populares o de menor ingreso, mayoritariamente parte de este movimiento social promovido por los Demócratas.
Por su parte, la Cámara de Representantes bloqueó la agenda legislativa del Presidente Obama quien decidió no continuar con avances en materia de inmigración esperados por vía ejecutiva hasta después de estas elecciones, en un cálculo que desmotivó mas aún al elector hispano. El liderazgo Demócrata cometió el error de ser muy cauteloso al hablar de los alcances de la política económica, para no ofender a sus electores que todavía no sienten los beneficios. Ante el vacío político y comunicacional los Republicanos impusieron su agenda y su narrativa. Por ejemplo, el gobierno que ha desmantelado parte de la plana mayor de Al-Qaeda (dando de baja a Osama Bin Laden) fue juzgado como débil en el tema de seguridad nacional y se encuentra a la defensiva por la situación planteada en Siria e Iraq por el grupo terrorista ISIS. La “política del miedo” funcionó en este y otros temas para promover el entusiasmo de participación electoral entre los republicanos. Las 7 Senadurías que perdieron los Demócratas en este proceso fueron aquellas obtenidas en estados “swing” (pendulares), o con tendencia republicana, a partir de la movilización de electores que esta vez decidieron quedarse en sus casas. En consecuencia, el resultado electoral de los EE UU no parece implicar un mandato político claro o de apoyo para la agenda legislativa Republicana.
Pero en ese escenario, ¿se pueden anticipar cambios en la política exterior de los EE UU hacia América Latina? En general pareciera que ninguno. Aun cuando el Senado puede influir en la agenda de la política exterior, está es formulada y ejecutada por el Presidente. Sin embargo, hay temas donde el Senado, con el apoyo de la Cámara, puede influir de forma determinante; y particularmente si logra acciones en el plano legislativo. Allí entran tres temas muy importantes: Cuba, el Caribe y Venezuela.
Es obvio que con un Congreso controlado por los Republicanos parece imposible imaginar un levantamiento del embargo a Cuba ¿Pero podrán evitar que el Presidente Obama avance hasta donde lo permita la acción ejecutiva en una mayor apertura y flexibilización hacia el régimen de los Castro, como alternativa para promover cambios? Ya veremos. Hay muchos líderes Republicanos para quienes no tiene costo electoral facilitar un cambio en la política hacia Cuba, después de 50 años sin resultados con el actual esquema, particularmente cuando se anticipa que Raúl Castro dará paso a un nuevo liderazgo en año 2018. Incluso una mayor apertura económica hacia Cuba puede ser de interés para el corredor agrícola de la geografía norteamericana, donde hay muchos estados con Gobernadores Republicanos. También hay grandes intereses económicos asociados al liderazgo Republicano que ven, con razón, una oportunidad de negocios en la apertura hacia Cuba.
Con respecto al Caribe y Centro América hay iniciativas que pueden alcanzar consensos bipartidistas, involucrando al Ejecutivo y el Legislativo Estadounidense; y se refieren al tema energético. Estados Unidos se encuentra en posición exportadora de energía y aspira a retomar un liderazgo en esta región ante la insostenibilidad del modelo Petrocaribe.
Luego está el caso de Venezuela. Hay dos proyectos de ley que proponen sanciones contra funcionarios responsables de la violación de derechos humanos. Uno espera discusión en el Senado, y el otro fue aprobada por la Cámara de Representantes. El avance del proyecto de Senado, y su convergencia o fusión con la versión aprobada en Diputados es un proceso legislativo complejo, pero esa iniciativa podría ser alentada por algunos lideres de peso en la actual mayoría Republicana. Sin embargo, el tratamiento político del tema Venezuela va a depender también de cómo actúe el régimen de Maduro, si insiste en esta insensatez represiva por la que transita, puede haber un endurecimiento en la política de Washington, si por el contrario, se compromete en una rectificación puede mejorar la relación bilateral.
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