El Nacional, 6 de julio 2014
Muchos andan preocupados por la presencia de un asesor de Cuba en medio de esta crisis.
La verdad es que ese señor cubano les podría explicar por qué Cuba está acelerando su “Perestroika” criolla, en la que viene avanzando desde que se dieron cuenta que el subsidio venezolano tenia sus días contados; y así evitar ajustes tan dramáticos como los que hubo que hacer en la isla durante la década de los noventa, cuando también se acabó el subsidio soviético. Cuba, amigos lectores, también lleva su procesión, esa si va por dentro sin tantas cartas y debates. Allá y acá no hay otro camino que la reforma económica. El tema es cuál es el contenido de esa reforma. Por ello insistiremos en el tema de las propuestas. Para este gobierno, o el que viene si Nicolás no se atreve a asumir los cambios.
La semana pasada propusimos la reforma petrolera. Hoy queremos dedicarnos al tema del gasto público y particularmente al enfoque social del mismo. Gobernar es saber presupuestar. Y los presupuestos públicos conducen a cambios virtuosos cuando son financiables y promueven transformaciones o cambios socioeconómicos sustentables. ¿Que quiere decir esto en concreto? Expliquémoslo con el ejemplo de las misiones. Nadie duda que las mismas atienden un problema sentido y prioritario de nuestra sociedad, pero al no existir una política que permita que sus beneficiarios utilicen ese apoyo fiscal para alcanzar un empleo educándose para el trabajo productivo, o fundar una microempresa; y lo más grave, si alguna de estas dos cosas ocurriese, el ciudadano se encuentra con una economía sin oportunidades, postrada ante la crisis; entonces se profundiza la dependencia de todos los beneficiarios de las misiones con este subsidio, y la población que demanda cobertura crece hasta colapsar ese sistema. Y allí precisamente estamos. El déficit fiscal de Venezuela es de más de 10% del PIB, y sólo se corrige por vía de la devaluación, que se traduce en inflación. Un impuesto que terminan pagando los más pobres, por ser muy regresivo ese esquema de financiación del gasto público.
Por otra parte, Venezuela necesita acelerar el crecimiento económico. Para reducir de manera estructural y definitiva la pobreza hay que acercarse al pleno empleo. En realidad Venezuela necesita crecer de forma sostenida a niveles de 6% a 8% interanual para reducir la pobreza y las desigualdades en 25% o 30% durante la próxima década. La reforma petrolera de la que hablamos la semana pasada, junto a una política de cooperación con el sector privado, son las piedras angulares de esa estrategia. Una segunda herramienta de la estrategia es el gasto público, orientándolo a la inversión en infraestructura de contenido social. El resultado es activar el sector de la construcción de alto impacto empleador, pero enfocando el gasto en saldar la deuda social que tenemos con la mayoría de los Venezolanos.
¿Qué hacer? El gobierno, debe identificar tres objetivos prioritarios: educación, salud y modernización del hábitat rural; y en esa dirección canalizar el caudal de recursos presupuestarios disponibles (o los proyectos financiables con endeudamiento público). Y ahora ejemplifico la alineación entre lo económico y lo social a través de ese gasto e inversión. Un objetivo educativo y social de nuestro país debe ser alcanzar la jornada completa educativa en todas las escuelas de Venezuela, con salones de clase donde participen no más de 20 estudiantes por educador, con laboratorios de computación y acceso a todas las nuevas tecnologías. Esa escuela debe ser el centro de administración de todos los subsidios alimentarios, la atención médica, la vista odontológica y las actividades deportiva y extracurricular vespertinas. Incluso en esas instalaciones, y con apoyo de la tecnología de educación a distancia, se pueden administrar programas nocturnos de formación para el trabajo. Esa política exige la construcción de miles de nuevas escuelas en todo el territorio nacional, e incorporaría a un inmenso contingente de profesionales desempleados a las labores docentes. Este esfuerzo debe articularse incluyendo a gobernadores y alcaldes, para de esa forma alinear las tres ejecuciones presupuestarias en torno a esa política. El impacto es al mismo tiempo económico y social. La construcción de la infraestructura educativa crea empleo, las escuelas con el perfil y la propuesta delineada transforman el medio social, producen inclusión, preparan al ciudadano para un futuro independiente, donde cada quien es dueño de su destino y no sólo beneficiario de una ayuda. En pocas palabras, este tipo de política reduce la pobreza promoviendo una movilidad social ascendiente. No lo que ha sucedido estos últimos 15 años, donde el poder adquisitivo y nivel de ingreso de los sectores populares fue incrementado con subsidios y políticas cambiarias insostenibles, que se encontraron con este cuello de botella donde en pocos meses, todo se derrumbó ante la inflación y la devaluación.
Lo mismo aquí propuesto en materia educativa se puede hacer en el área de salud y la modernización del medio rural. A estos dos temas, y a la construcción de una alianza o esquema de cooperación entre los sectores público y privado, dedicaremos las próximas entregas.
Por ahora, el asesor cubano que se limite a explicar en la convención del PSUV por qué en Cuba no ha quedado otra alternativa que iniciar una apertura económica, para que se entienda que la carta de Giordani (o las de sus solidarios) son efectivamente expresión de una “izquierda trasnochada” - como la calificó el propio Nicolás.
De lo que hay que hacer en Venezuela nos podemos ocupar los venezolanos.
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