El Nacional, 26 de julio 2015
El ambiente electoral en los Estados Unidos ya está instalado en la conversación, en todos los sectores de las sociedad.
Muchos factores hacen de los próximos comicios un evento especialmente atractivo. Uno de ellos es la lucha de titanes que se avizora: todo indica que dos grandes familias políticas van a enfrentarse en la arena electoral. Y ya eso arroja una luz fascinante sobre el acontecimiento.
Allí están Hillary Clinton, como la candidata inevitable del partido Demócrata; y Jeb Bush, como el hombre fuerte de partidosobre 16 candidatos, miembro de la otra dinastía familiar, una coincidencia que parece reeditar el choque electoral de 1992, cuando Bill Clinton resultó electo para gobernar por dos periodos (puesto que fue reelecto) y pasar, al margen del escándalo, a ser uno de los tres presidentes más populares de la historia contemporanea de los Estados Unidos.
Pero como suele suceder en política, la historia no discurre de forma lineal. Y, con mucha frecuencia, en el paisaje más tranquilo salta una liebre. En las dos primarias se han presentando, con efectos diametralmente opuestos, dos figuras que han adquirido mucho peso: Bernie Sanders en el campo Demócrata, y el inefable Donald Trump, en el Republicano.
Sanders es un senador independiente que luce como un abuelo sabio, abierto, afable, comprensivo y sensible. Un abuelo “cool” (como dicen los chamos),cuyos entusiastas y jóvenes seguidores llaman “Bernie”; y quien se autodefine como socialista (social demócrata) en un país donde el término es casi pecaminoso, muchas veces por confusión y falta de información.
Sanders propone que EEUU aprenda de los países escandinavos, poniendo énfasis en asuntos clave para lograr mayor igualdad de oportunidades. Es un hombre profundamente relacionado con el movimiento ambientalista y vocero de la llamada “economía verde”. Su trayectoria exhibe un récord impecable de activismo junto al movimiento de los derechos civiles en los 60 (lo cual le otorga mucha credibilidad al hablar del tema de las tensiones raciales que se viven actualmente) y fue protagonista de la lucha contra la presencia americana en Vietnam. Además, el Senador de Vermont es hijo de inmigrantes polacos, y por ende ha sido promotor de una reforma migratoria que otorgue ciudadanía a los Latinos, poniendo punto final a presencia de trabajadores indocumentados o con "permisos de trabajo estacional" que afectan la base salarial del país. Sanders es independiente, pero integrado a la fracción parlamentaria demócrata en el Senado. Fue exitoso alcalde de Burlington (la ciudad con más población en Vermont), diputado por ese distrito al Congreso, y finalmente senador. Es hoy día el independiente con más años de servicio en el Congreso de los EEUU. Ganarle una elección en Vermont para el Senado es tan difícil (sino imposible), como era derrotar al León del Senado, Ted Kennedy, en su natal Massachussets.
Sanders entró en la carrera cuando nadie parecía dispuesto a enfrentar a la maquinaria Clinton, sin mucho dinero pero con muchas propuestas. Un buen día Elizabeth Warren, senadora de Massachussets y campeona del movimiento progresista, abandono la competencia y Sanders saltó de un imperceptible 3% a un sólido 15% en las encuestas. En algunos estados, cercanos a Vermont en el noreste, ha escalado a niveles del 35%, e incluso en estados donde todavía no es muy conocido, Bernie ha trascendido la barrera del 20% con altos niveles de agrado y muy poco desagrado (un posicionamiento envidiable para el mercadeo electoral).
En su recorrido, Sanders se ha anotado varios tantos. Primero, ha convertido la primaria demócrata en un espacio para la discusión de ideas y propuestas sobre cuestiones neurálgicas. Por ejemplo, postula la gratuidad de la educación superior en las universidades públicas, justamente en un medio donde los jóvenes y sus familias viven asfixiados por el endeudamiento para pagar las costosas matrículas universitarias. Dice que nadie que defienda los valores familiares puede oponerse a que, por ley, sean obligatorios el derecho a dos semanas de vacaciones pagadas, permisos prenatales y postnatales y igualdad salarial de genero. Y ha insistido en que es vergonzoso que el salario mínimo en los EEUU sea el más bajo de cualquier país desarrollado. Cómo no concederle la razón.
Segundo,cuando nadie soñaba con un logro semejante, el “abuelo cool” enganchó en el debate político alrededor de las primariasa los jóvenes, una audiencia clave en la elección de Obama. En tercer lugar, al escuchar a Sanders, los jóvenes se han vuelto hacia Hillary para exigirle planteamientos. De manera que el recorrido de ambos candidatos se ha convertido en propositivo, y aunque es menos ruidoso que el escándalo de Trump en la acera de enfrente, le está imprimiendo una dinámica interesante al proceso político, que se ha visto emplazado a concentrarse en los asuntos que preocupan a la sociedad. Tan es así que se han reportado concentraciones de hasta 10 mil personas para escuchar a Sanders. Cuando anuncian al senador, los auditorios de universidades y centros de convenciones se llenan, con un efecto colateral extraordinario y es que la campaña de Clinton ha sido irrigada por esa energía.
En pocas palabras, Sanders no es todavía una amenaza para las aspiraciones de Hillary, pero sin duda ha sido un factor oxigenante para el debate público y para un proceso interno en el partido demócrata que parecía inevitable, lineal y hasta aburrido.
Del otro lado, está el efecto Trump. El magnate televiso ha prendido un incendio por semana atacando a México, a los hispanos, al senador John McCain (un icono entre los veteranos de Guerra por su coraje al enfrentar el cautiverio y la tortura en Vietnam) cuya heroicidad ha puesto en duda porque fue capturado por el enemigo. Su discurso escandaloso, sin sustento en los hechos, ha configurado una narrativa anti-política con filones racistas, al tiempo que ha conseguido una espectacularidad mediática que dejó sin escena a los 16 candidatos que aspiran la nominación republicana y lo ha puesto en una lucha cabeza a cabeza con Jeb Bush. Lo increíble es que,a esta hora, quien lleva la ventaja en los sondeos es el empresario hotelero y dueño del concurso Miss Universo.
El radicalismo, excentricidad y extremismo de Trump (que corren parejo con los del movimiento derechista republicano del Tea Party), ha tenido un impacto muy favorable para su aspiración, pero terrible para la plataforma republicana. Según la prestigiosa encuesta Gallup, la favorabilidad hacia el partido Demócrata se ha ubicado en el 42% y la del partido Republicano en 35%. En los últimos dos o tres años el “tracking” de estos números ha registrado una lucha muy cerrada, donde la ventaja de uno y otro partido alterna en el orden 2% y en la magnitud del 35%, convirtiendo esta en una lucha por el elector independiente, para quien la moderación es la clave.
En pocas palabras, en la antesala de las elecciones presidenciales del 2016, Trump, no obstante sus falencias y debilidades, está contribuyendo en el plano de la “realpolik”, según los sondeos nacionales entre los aspirantes republicanos, a que los demócratas arranquen con un voto partido que aventajaría al oponente en el orden del 10%. ¡Gracias, Donald!, es el secreto a voces que resuena en los "headquarters" del partido Demócrata. Al contrario del caso Sanders, el efecto Trump, no obstante su omnipresencia mediática oquizá precisamente por eso, ha sido desoxigenante para la primaria Republicana.
No por nada, el mundo observa el debate con asombro y angustia o preocupación, porque en los medios domina un Trump inexplicablemente atractivo para una primera minoría del electorado conservador, en la lucha por la Presidencia del país más poderoso del planeta.
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