El Nacional, 22 de diciembre 2014
Hace un par de meses, en estas mismas páginas, anticipábamos que el restablecimiento de las relaciones con Cuba podía ser una de las decisiones de Obama para el cierre de su Presidencia, al pasar la elecciones parlamentarias, en la búsqueda de un legado histórico. Así fue.
Paralelamente al anuncio de Obama sobre Cuba, y luego de escuchar al propio Raúl Castro decir que comienza una nueva etapa en la relación con Estados Unidos, el Gobierno de Maduro había escalado en su retórica anti-americana, quedando enfrentado a la posibilidad legal de sanciones a funcionarios incursos en la violación de derechos humanos en Venezuela, con ocasión de las protestas de este año, por una ley elaborada por el Senado Americano y que salió promulgada desde la Casa Blanca.
¿Qué lectura hacer de todo esto? Intentemos hacerla:
Cuba no tenía opción ante el agotamiento del subsidio petrolero Venezolano, y las limitaciones que para su economía tiene depender de este esquema de cooperación con Venezuela.
La verdad es que desde hace casi dos años Cuba viene explorando una transición política y económica, que supone mirar hacia el norte. Si se excluye el aporte al PIB que representa la cooperación con Venezuela, la economía Cubana está al borde del colapso, y básicamente representada por el potencial de las inversiones extranjeras y los cuentapropistas (o microempresarios que han surgido al amparo de las incipientes reformas económicas retomadas hasta ahora por Raúl Castro).
El fracaso cubano es tan evidente como el Venezolano en materia económica. Raúl Castro se va en 2018, pero con este giro coloca a su burocracia gubernamental como parte del proceso de cambios que se avecina. No cabe duda que su anhelo es hacer una “Perestroika” (reforma económica) sin un “Glasnost” (“reforma política”), como lo han logrado los Chinos a diferencia de los que sucedió en la vieja URSS, donde la reforma económica arrolló a la política. En eso tropezará con muchos obstáculos y el surgimiento de liderazgos que se empoderarán gradualmente en la isla, pero en la historia quedará que dieron el paso, evitando que los desplazaran las dinámicas de cambio.
La administración de Obama por su parte rompe un paradigma, deja atrás una rémora del esquema de la Guerra Fría y pone en practica una política similar a la que se ejecuta con mejores resultados desde hace décadas con respecto a China y Vietnam. No renuncia Estados Unidos a promover la democracia y los Derechos Humanos, temas en los que el régimen de Castro tiene una deuda enorme con su pueblo y el mundo, sino mas bien escoge otra ruta para lograrlo: El empoderamiento de factores de la sociedad civil Cubana por la vía de las reformas económicas.
El liderazgo latinoamericano por su parte se reivindica con este cambio; y al asumirlo, Obama readquiere estatura en la región. Esto, conjuntamente con la pérdida de influencia que tendrá Petrocaribe sobre las decisiones en OEA de los países beneficiados por esa iniciativa, introduce nuevas dinámicas políticas en las que los tiempos del “escudo diplomático” con el que contaba el chavismo se va desvaneciendo.
El restablecimiento de la relación diplomática entre Cuba y los Estados Unidos, aún cuando pasará por interesantes, y quien sabe si espinosos capítulos, es un hecho que pone de relieve la influencia y capacidad de operación política de otro actor en el continente: El papa Francisco. Comienza a dar frutos su empeño en crear espacios para el diálogo y la tolerancia en la construcción de una ruta hacia la profundización de la democracia (y el restablecimiento de esta en casos como el de Cuba, Venezuela o los países del Alba), así como la superación de las desigualdades en el plano socioeconómico como condición para fortalecer a la democracia misma. Pensar que Castro supo apalancarse en ese liderazgo, mientras el binomio Maduro–Cabello despreció la oportunidad que se le ofrecía por la vía de un diálogo con mediación de la Nunciatura deja muy claro el "amauterismo" político de quienes gobiernan a Venezuela.
Pero finalmente está el tema de la concurrencia temporal del pliego de decisiones de Obama con respecto a Cuba y Venezuela. Una abriendo el juego político con Cuba; en la otra habilitando para su caja de herramientas en la política exterior el recurso de las sanciones a funcionarios Venezolanos violadores de derechos humanos.
¿Es este escenario una reedición del esquema del garrote y la zanahoria que ensayaba Teddy Roosevelt? ¿Sabia Maduro que Raúl Castro daría ese paso, o lo ignoraron de forma displicente y derogatoria? Nadie sabe los detalles salvo los protagonistas.
Queda claro que los dos actores tienen su agenda e intereses, y que lógicamente no es el tema Venezuela el que define su proceder. Pero también está claro que los Castro y su gente resolverán primero sus intereses, pero que ahora adquieren un nuevo valor en su juego hemisférico, la posibilidad de interlocución con los Estados Unidos para buscar soluciones varios temas, incluido el de Venezuela; y en eso no le faltarán aliados en la región, unos amigos del gobierno y otros cercanos a la oposición.
Por su parte Estados Unidos tiene su agenda, y su poderío económico le permite influir en transformaciones políticas orientadas por una concepción principista en la que sienten que es su responsabilidad promover la democracia, al tiempo que conquistar mercados para su sector privado y ayudar a construir un sector privado vinculado a su economía. Nada censurable en eso, nada nuevo tampoco. Por cierto, en algo muy parecido anda China, ganando influencia y espacio en lo económico, pero sin aparente agenda política.
El desarrollo de los acontecimiento irá definiendo el escenario y marcando la pauta, pero un par de cosas se asoman a esta altura: Primero; a lo interno del Chavismo muchos deben estar pensando como diablos su liderazgo los terminó exponiendo a sanciones por parte de los EEUU, en medio de una crisis económica que amenaza con explotar en lo social y político … ¡mientras los Cubanos dialogan y hacen negocios con los gringos! Segundo, la tesis (o realidad) de que Cuba y su régimen eran el problema para encontrar soluciones en Venezuela también cede terreno, particularmente si se apuesta a la despolarización del manejo de las cosas desde el campo opositor.
En síntesis, queda mucha tela por cortar, pero como dice Yoani Sánchez en su articulo para el New York Times: “Todo el mundo está experimentando este cambio de su propia manera: Sara, soñando con su nueva tarjeta de débito; Bonifacio, que especula sobre los platos que va a ser capaz de incluir en su menú con nuevos ingredientes importados; José Daniel Ferrer, que espera aumentar el activismo en la parte oriental del país. Para todos, una nueva era ha comenzado. No podemos confirmar que va a ser mejor, pero al menos será diferente.”
Y así termino estas letras, brindando con un “Cuba Libre” … ¡Salud!
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