El Nacional, 25 de mayo 2014
En estos días hemos leído o escuchado muchas declaraciones y hasta denuncias ancladas en el concepto de soberanía. Se habla de “sanciones injerencistas”. Se habla mucho de que la revolución defiende nuestra soberanía.
El tema es importante abordarlo con toda franqueza. En primer lugar, la protección y defensa de los derechos humanos es hoy día un asunto universal, con el cual están comprometidas las naciones a través de instrumentos internacionales que tienen, en muchos países, y es el caso del nuestro, carácter supra-constitucional. Por tanto siempre habrá consecuencias internacionales o sin fronteras en el campo de la violación a los derechos humanos, y es lógico, porque se trata de defender o proteger al pueblo, quien es el verdadero titular de la soberanía.
Pero el tema de la soberanía nacional está íntimamente ligado a lo económico, a la sustentabilidad de las necesidades de la nación.
En los últimos 15 años Venezuela ha perdido su soberanía económica. Nuestra producción exportable de petróleo ha decrecido de forma peligrosa. Las exportaciones no petroleras, incluso la de minerales y otras materias primas han perdido relevancia en una década que los precios internacionales han sido muy favorables, al igual que los del petróleo. Al mismo tiempo la producción nacional se ha contraído y nos hemos convertido en una economía de puertos; todo lo estamos importando, hasta el café. Pero lo más grave, así como han aumentado las importaciones, la producción petrolera exportable no se coloca íntegramente en los mercados internacionales. Unos 500 mil barriles diarios están comprometidos para pagarle una inmensa deuda a China, otros 300 mil barriles diarios los colocamos en un esquema de cooperación con Cuba y el Caribe que no representa ingresos ni beneficios económicos para Venezuela. La principal fuente de ingresos del país son las exportaciones que colocamos en los Estados Unidos de América, país que viene reduciendo las compras de petróleo Venezolano porque ha diversificado su matriz energética y se viene haciendo independiente en este campo. Además, México y Canadá, sus dos socios en el NAFTA, han acrecentado su potencial petrolero de forma considerable, y en ambos países están presentes oportunidades magnificas para incrementar las inversiones en producción. Canadá hace un intenso cabildeo para lograr un oleoducto con los EEUU y explotar a fondo sus reservas petrolíferas; México avanza en una reforma energética que conlleva una apertura a las inversiones internacionales.
En este escenario, nuestra soberanía alimentaria peligra. Hoy Venezuela es totalmente vulnerable. Estamos en manos de China y los Estados Unidos. Cualquiera de los dos países con un solo movimiento o revés económico define nuestro futuro.
¿Entonces, de que sirven los gritos y las posturas revolucionarias cuando se ha perdido en el fondo la independencia y soberanía económica nacional?
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