martes, 23 de febrero de 2016

Latinoamérica en 2016

El Nacional, 27 de diciembre 2015
El año 2016 nos convoca a importantes desafíos. En la inminencia de su arribo queremos compartir lo que vemos desde la Unidad de Análisis Económico del Centro para la Democracia y el Desarrollo en las Américas (CDDA)
Lo económico será determinante.
En Argentina se proyecta una clara recesión económica, profundizándose durante todo el primer trimestre del año que viene. El nuevo gobierno, encabezado por Mauricio Macri, deberá desmontar el absurdo tejido de regulaciones cambiarias vigentes y hacer ajustes ya inevitables, si se quiere fijar un punto de partida para una nueva hoja de ruta encaminada a salir de la crisis.
Brasil atravesará una mayor contracción de su economía por los próximos seis trimestres, en tanto que el déficit fiscal continuará afectando la capacidad crediticia del coloso suramericano. Lo que sucede en Brasil y Argentina marca la pauta en Uruguay y Paraguay, por lo que el bloque Mercosur se enfrentará a la necesidad de importantes decisiones estratégicas durante y a partir de 2016.
En Venezuela el decrecimiento económico repetirá una terrible caída de -8%, mientras la inflación de tres dígitos, combinada con aguda escasez (particularmente sensible en rubros como alimentos y medicinas), seguirá restando calidad de vida al ciudadano, ya azotado por una rampante inseguridad personal, todo en medio una conflictividad política atizada de manera inexplicable luego del grito de castigo propinado al gobierno de Nicolás Maduro en las elecciones parlamentarias. La crisis venezolana es el resultado de un colapso inducido por el gobierno al sector productivo nacional, aderezado por una nueva y dramática caída en los precios del petróleo (la cesta venezolana se ubica alrededor de los 30 dólares por barril). Este delicado escenario petrolero permite avizorar un crónico déficit fiscal del orden de 8% del PIB para 2016, repitiendo el cálculo del mismo para 2015.
A quienes suelen asociar las dificultades económicas exclusivamente a la cuestión ideológica (o al eje político que existía entre Brasil, Argentina y Venezuela, junto a los países del ALBA), es preciso advertirles que el movimiento sísmico en lo económico que sacude los mercados latinoamericanos no se sentirá igual en Chile y México, las economía modelo al sur y el norte del continente, como tampoco en Bolivia, los países andinos y Centroamérica.
Naturalmente, la monumentalidad de la crisis venezolana tiene un impacto en todo el Caribe y Centroamérica. Uno de ellos es el previsible giro político de 180 grados a babor que viene haciendo toda la región para enfilarse hacia el norte, como lo hace incluso la propia Cuba, al acelerar su proceso de encuentro comercial y económico con Estados Unidos. Todos los gobiernos del Caribe y Centroamérica vienen buscando alternativas a Venezuela y su propuesta ya agotada de Petrocaribe, que les permitan navegar la turbulencia regional y sostener un crecimiento que se proyecta a niveles de 2,5% a 3,5% para 2016 en El Salvador, Costa Rica, Honduras y Guatemala, y más altos en Panamá (6%), Nicaragua (4%), República Dominicana (5%).
El gobierno de Evo Morales, al margen de la retórica política y sus afiliaciones con Chávez y ahora Maduro, ha cimentado una andadura económica exitosa. Para 2016, en medio de su difícil problema social y de pobreza con desigualdades, la economía boliviana crecerá nuevamente en 4%.
En Chile, la caída en los precios de los precios del petróleo impactará severamente. Por tanto, el gobierno de Michelle Bachelet anticipa un bajo nivel de crecimiento económico (de 2,2%) para 2016, con un déficit fiscal de 3% del PIB. Esto para Chile tiene representa un golpe de impacto social, pues se trata de una economía que traía un crecimiento sostenido entre 5,5% y 6% hasta 2014. En los hechos puede implicar un frenazo dramático.
Por su parte, México se proyecta estable en sus dificultades y, a pesar de la caída en los precios del petróleo, con un crecimiento moderado de 2,8% del PIB para 2016, y un déficit fiscal que podría cerrar en 3,3% (muy similar al de 3,5% de 2015)
En la región andina, Colombia se proyecta con un crecimiento igualmente moderado de 2,6%, e inflación bajo control a nivel de 4%. Perú continúa su desaceleración económica, proyectando un crecimiento de 3,4% para 2016, lo cual representa una seria caída con respecto a los altos niveles de crecimiento del orden de 7% y 6% que se registraron hasta 2013. Ecuador es otra economía en picada, sin poder escapar del temporal petrolero. Luego de crecimientos de 8% (2011), 5,6% (2012), 4,6% (2013) y 3,7% (2014), la economía ecuatoriana se viene acercando a la recesión registrando niveles imperceptibles de crecimiento en 2015 (0,5%) con proyección de 0,4% para 2016.
El rasgo resaltante de este relieve económico regional es que la resiliencia y década dorada de América Latina pasó sin resolver problemas estructurales, mucho menos los de pobreza o desigualdad.
En lo estructural, la dependencia de la exportación de materias primas es condena de la que solo escapa México cuyas exportaciones industriales representan 85% de sus ingresos (pues Chile depende todavía del cobre, 54% del total). Pero México –con una dependencia casi exclusiva del mercado de Estados Unidos que representa 80% de sus exportaciones–, se enfrenta al hecho de que su crecimiento va apareado al norteamericano que, por tratarse de una economía madura, crece a niveles de 2% y 3% anual en el todavía delicado contexto global. Entre tanto, las presiones de pobreza y desigualdad vividas por México exigen, para su alivio, un crecimiento económico sostenido de más de 7%. La aceleración económica, propia de las economías emergentes, impone creatividad en las políticas públicas del país azteca.
Lo social, pese a los avances registrados en Chile, Brasil, Colombia y México (en ese orden), persiste como asignatura pendiente en toda la región. Los contrastes siguen siendo dramáticos y la concentración de riqueza y las desigualdades son las más dramáticas en el contexto de países de nivel de desarrollo comparable.
Para atender lo social, y resolver el problema estructural antes expuesto, es clave la inversión en salud, infraestructura y comunicaciones; y muy particularmente en educación, pues de esto depende la posibilidad de fortalecer el músculo emprendedor y la capacidad de innovación en nuestros países, ambas condiciones esenciales para quebrar la dependencia de la exportación de materias primas, así como las dolorosas desigualdades.
El año 2016 no viene con cuentos. El liderazgo se probará en su capacidad para afrontar los desafíos con la cabeza clara y el corazón abierto a los padecimientos de sus pueblos. Y en cuanto a estos, un poco de sentido de realidad no les vendrá mal. Consumidos en las llamas de la ideología y la ilusión vana los primeros tres lustros del siglo XXI, quizá el cuarto se aborde con mayor madurez.
A mis lectores, mis votos de renovación y feliz año nuevo.

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