El Nacional, 14 de septiembre 2014
En estos tiempos no es sólo la comunidad financiera internacional la que reacciona ante el riesgo de un default de Venezuela, que si no ocurre es porque se escoge hacer otro default comercial que afecta a todos los Venezolanos, como alternativa para honrar los pagos de la deuda pública.
En Petrocaribe también están sonando las alarmas y algunos se preparan para las consecuencias de que Venezuela se vea obligada a revisar a fondo este esquema de cooperación que compromete 300.000 barriles diarios de petróleo enviados a Cuba, la mayor parte del Caribe insular, Suriname y algunos países centroamericanos.
Es inexplicable para los venezolanos que se esté pasando por las dificultades que se viven en Venezuela, mientras se subsidia a las economías de los países de Petrocaribe con más de 7 millardos de dólares anuales. Más que inexplicable, es también inaceptable que este modelo de cooperación no promueva ganancia alguna para la economía Venezolana, como sí lo hacía el modelo del Pacto de San José al promover la exportación de bienes y servicios no petroleros de nuestro país hacia los mercados que se ahorraban divisas con el financiamiento y descuento de la factura petrolera venezolana.
Pero ahora el problema es otro. La producción petrolera venezolana ha decaído por falta de inversiones y las presiones económicas internas del país son crecientes. Por otra parte, el cumplimiento de las entregas comprometidas por el financiamiento de China crece y se traga la capacidad de cumplimiento de los acuerdos de Petrocaribe. En consecuencia, en las economías de la región ya es un tema y preocupación abiertamente discutida el impacto que tiene la insostenibilidad de este modelo de cooperación y sus muy negativas consecuencias para el futuro económico de las economías hasta hoy beneficiadas por el mismo. Nuestro Centro para la Democracia y el Desarrollo en Las Américas se ha dedicado en los últimos años a dar un seguimiento muy completo a este tema, con hallazgos alarmantes para los países del Caribe.
La factura de importación petrolera financiada por Petrocaribe representa entre 7% y 12% del PIB de las economías beneficiadas; y a pesar de este inmenso subsidio, el crecimiento económico de las economías no es robusto, tan sólo promedia 2,3% para 2014 y se proyecta en ese mismo orden para 2015; viniendo de muy bajos niveles de crecimiento desde 2011 (promediando 1%); y alcanzados luego de un decrecimiento del -3,5% y -0,5% en 2009 y 2010. En pocas palabras, el crecimiento económico de las economías del Caribe es muy frágil, y está atado a la factura petrolera subsidiada por Venezuela. De igual manera las balanzas de pago de las economías del Caribe dependen exageradamente del subsidio de Petrocaribe. Además de pagar el petróleo a precios con descuento, y solamente cancelar en promedio entre 40 y 50 dólares por barril dejando el resto de la factura a crédito (incluyendo que algunos han tenido el privilegio de pagar con productos), todos los países beneficiados, con excepción de Suriname, mantienen un déficit en sus balanzas de pagos. Y lo más delicado, los niveles de endeudamiento con Venezuela han crecido tanto que permiten predecir incumplimientos, particularmente en la medida que el modelo de cooperación colapse como de hecho está sucediendo.
República Dominicana adeuda a Venezuela más de 12 millardos de dólares, Jamaica otros 6 millardos, y Bahamas un poco más de 3 millardos, que son los 3 grandes deudores; pero la lista es gruesa y suma en total 25 millardos de dólares, que al ritmo que vamos, no serán recuperados en décadas por Venezuela.
Un análisis muy similar cabe en el caso del portafolio centroamericano, donde el más beneficiado de todos los países es Nicaragua, y precisamente fue el presidente Daniel Ortega quien recientemente le expresó su preocupación por este asunto al presidente Obama, y concluyó que era necesario encontrar fórmulas alternativas de cooperación energética, ante la insostenibilidad de este modelo y la vulnerabilidad de las economías de América Central y el Caribe.
Por otro lado, coexiste otra importante tendencia en el mercado energético hemisférico. Estados Unidos se ha convertido en un país autoabastecido y exportador de energía por primera vez en su historia, México está ejecutando una reforma energética que agregará más producción, y lo mismo está ocurriendo en Canadá.
En síntesis, los tres países del Nafta, liderados por Estados Unidos, tienen hoy día una capacidad de entrar a jugar un papel de gran importancia en la región del Caribe y Centroamérica, promoviendo alianzas y modelos de cooperación en torno a nuevas energías, de mayor impacto económico y definitivamente sustentables. Todas las fuentes en Washington confirman que en esa dirección trabaja la Casa Blanca.
En la medida que el colapso de Petrocaribe se acerca, el futuro de las economías hoy beneficiadas por este modelo de cooperación es más gris; y la única esperanza radica en encontrar alternativas mirando hacia el norte.
Los tiempos van cambiando, definitivamente, y con ello cambiará también la “solidaridad política” de muchos con la “revolución de Venezuela”.
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