El Nacional, 26 de octubre 2014
Evo Morales acaba de ganar una tercera reelección presidencial.
Su régimen ha incurrido en toda clase de abusos constitucionales y arbitrariedades, sin embargo, el capital político de Morales se mantiene intacto al reelegirse con 60% del apoyo popular ¿Por qué? La economía boliviana ha tenido un desempeño positivo.
Hagamos un rápido recorrido por las cifras: el PIB boliviano crecerá este año 5,2%, viniendo de 6,8% en el ejercicio anterior; la cuenta corriente presenta superávit de 3,3% del PIB; y la deuda pública se situó en 32,6% en 2013. Al mismo tiempo, la pobreza se ha reducido de 60% de la población en 2006 a 45% en 2011, según los estudios del Banco Mundial y el FMI. Mientras Bolivia se ha transformado en uno de los principales proveedores de materia prima de China, también cuenta con una base de ingresos importantes provenientes de la explotación gasífera, a cargo de Yacimientos Petrolíferos Fiscales Bolivianos, donde a diferencia de Venezuela con la estatal Pdvsa, no hay una marcada injerencia política. La receta de Morales también comienza a dar concesiones, aunque pocas hasta ahora, al sector privado. El líder boliviano ha fumado la pipa de la paz con los empresarios de Santa Cruz, la región más rica del país suramericano. Recientemente un reportaje del prestigioso diaro El País, en España, describe al modelo de Modelo Económico Social Comunitario Productivo de Bolivia, como una especie de “Tercera Vía Andina”
Estas cifras son las que han permitido a Morales alcanzar apoyos en casi todas las regiones del país, incluida Santa Cruz, desde donde se ha venido consolidando una coalición de apoyos del sector comercial y empresarial, antes totalmente adverso a la retórica política y aparentes intensiones del “pupilo de Fidel y Chávez”.
No obstante, el presidente boliviano mantiene su retórica política, dedicando su victoria a Fidel y la memoria de Chávez, además de atacar al imperio gringo. Tampoco da un paso atrás en la arbitraria judicialización de la política, sustentado con un manso y subordinado aparato judicial, que además de una Corte Suprema dócil que lo habilitó sin apego a la letra constitucional para reelegirse, incluye un sistema judicial de instancia electo por votación popular politizado como nunca antes en la historia de Bolivia. Pero nada más paradójico que la dedicatoria del triunfo a Fidel y Chávez, mientras la economía se maneja con absoluto pragmatismo.
En síntesis, Evo Morales, a quien igualmente censuramos su conducta autoritaria, entendió con claridad que una economía en crecimiento, promoviendo oportunidades para la inversión privada puede irrigar el bienestar social apalancado por la bonanza de precios que ha acompañado a las materias primas (gas, petróleo, minerales o productos agrícolas).
Hay por supuesto muchas interrogantes, algunas estrictamente en económicas en torno a la sustentabilidad del modelo boliviano, y es lamentable que Evo no invierta ese capital político en fortalecer la democracia, sino por el contrario en degradarla, porque entonces arriesga y limita las posibilidades su modelo, y empaña su legado ante la historia.
Lo que contrasta y llama la atención es como los aliados y promotores políticos de Evo en Venezuela siguen sin entender la máxima que puso de moda James Carville, asesor de Bill Clinton, cuando enfrentó la pretensión de reelección presidencial de George Bush (el padre), con el lapidario señalamiento: “Es la economía estúpido”.
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