jueves, 4 de febrero de 2016

¿Por qué no hay dólares?

El Nacional, 28 de Enero 2014

El gobierno ha presentado lo que parece ser su propuesta frente a la grave crisis económica que sacude a Venezuela; caracterizada por un índice de escasez de 25%, inflación de 57% (80% en alimentos), tendencia al decrecimiento económico (para 2014 se proyecta 1,5% del PIB) y crisis de pagos internacionales. ¡Y todo esto en medio de una bonanza petrolera!
Frente a ese cuadro, anunciaron una versión empeorada del mal recordado Recadi, cuyos resultados serán por supuesto peores. Mantienen, junto con ese entuerto, un control político sobre la economía, sin garantías a la propiedad privada, que tiene al país seco de inversiones; e insisten en una operación de reducción de precios por decreto (al estilo Zimbabue), como si el problema del alto costo de la vida fuese estrictamente especulativo, sin comprender que la inflación es principalmente un fenómeno monetario, es decir, el resultado de un incremento en el consumo por la vía de una irresponsable expansión del gasto público, sin que exista crecimiento de la producción nacional.

No hay dólares por tres razones: primero, sigue cayendo el volumen de exportaciones petroleras por las que recibimos ingresos en caja a los excelentes precios del mercado internacional. Segundo, porque mientras más dinero le pedimos prestado a China, menos ingresos por exportación petrolera recibimos, al comprometer para pagar esa deuda más producción a futuro de petróleo (ya son más de 500.000 barriles diarios a un precio mas bajo que el de mercado); mientras que nada de dicho endeudamiento se invierte en aumentar la producción. Tercero, porque mantener el tipo de cambio sobrevaluado (como insisten en hacerlo con estas medidas) liquida la producción nacional sin controlar la inflación, pues impide sustituir importaciones, aumentando así la presión sobre las cada vez más escasas divisas.

Por otra parte, atacar el problema del alto costo de la vida reduciendo precios por decreto, sin crear condiciones favorables a la inversión, lejos de controlar la inflación, la aumentará en un circulo vicioso de desabastecimiento, crecimiento de las importaciones, con la consecuente liquidación del empleo y la producción nacional.

Finalmente, mientras un grupo de personas en el gobierno controle el acceso a dólares para importar a costos subsidiados, se alimenta una atroz corrupción que sencillamente incentiva una mordaz especulación cambiaria con esas importaciones. Especulación que consiste en crear "estructuras" desde el exterior para exportar con sobreprecio al país, acumulando la utilidad en dólares para engordarlos con la seguridad de que vendrá otra devaluación (ya con esta van tres desde la creación del llamado Bolívar Fuerte); o porque sencillamente aparecerá un comprador en los mercados paralelos (¿Se recuerdan la denuncia de las empresas de maletín que según el ministro Rodríguez Torres hicieron 40% de las importaciones con dólares de Cadivi?).

Albert Einstein definió la locura como la conducta que insiste en hacer repetidamente lo mismo esperando un resultado diferente. También dicen en la calle que la ignorancia es audaz, aunque la audacia muchas veces tiene que ver con la viveza.

¿Le atribuimos todo este absurdo económico a la locura, a la ignorancia o a la viveza? El diálogo debe comenzar por despejar esta incógnita, para corregir el rumbo por el que se lleva al país.

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La globalización ha traído consigo aportes y retos en todos estos frentes, como el surgimiento de un mundo multipolar, con zonas de influencia económica y mercados relativamente integrados, coexistiendo con economías donde la informalidad y la subsistencia alcanza mas de la mitad de sus pueblos. En estas nuevas realidades todavía sigue pendiente promover la igualdad de oportunidades y la movilidad mas libre del factor humano o del factor laboral en la economía global, tal como se promueve el movimiento libre de capital y bienes. En este mundo global los trabajadores y sus sueños de felicidad siguen atrapados por las fronteras nacionales, dentro de las cuales muchos padecen como víctimas de dualismos socioeconómicos e injusticias que les obliga abrirse paso, como sea, para alcanzar esos sueños. A esos movimiento migratorios hay que verlos en su dimensión humana y encontrarle respuestas que acojan el derecho de todo ser humano a encontrar su felicidad y la seguridad de su familia, lo cual pone de relieve la realidad inter-dependiente en que vivimos, y la urgencia de modelos de cooperación internacional mas eficaces y dotados de suficientes recursos.

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